Home, sweet home

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Después de regresar de la cuarentena, Eva sabía que OT, su OT del principio, nunca más volvería a ser el mismo. Pero lejos de lamentarse, se sentía agradecida de poder retomar el concurso en esta segunda etapa y centrarse en el formato educativo de la academia, más que en la parte de reality. Y es que debía reconocer que en la primera etapa Eva se había perdido. Envuelta en una espiral de mancas e inseguridades, su esencia se había ido desdibujando, quedándose reducida a un manojo de temores absurdos y un vacío incómodo existencial por miedo a no encajar en el grupo, en el formato ni con el público. 

Había podido dar un paso atrás y analizar su concurso con ojo crítico. Cuánto tiempo perdido, cuántas clases desaprovechadas, cuántas tonterías nublando su mente. Se había ahogado en un mar de nimiedades y había dejado de saber nadar. Se había olvidado de su sirena.

Qué desastre.

Pero también debía reconocer que salir al mundo y abrirse en canal era un paso de absoluta valentía del que Eva no era consciente que estaba dando el día en que se presentó a los castings. La bofetada de realidad había sido tremenda al volver a casa, tanto para lo bueno como para lo malo. Se había sentido abrumada por la ola de apoyo y cariño con la que la había recibido buena parte de la audiencia. Pero también se había sentido tremendamente vulnerable y expuesta ante el arrollo de críticas, la mayoría de las cuales no estaban ni justificadas. El gran ojo avisor había visto, hablado y juzgado, ávido y sediento de sangre fresca, bajo el calidoscopio de su gran lupa pública. 

Fue entonces cuando descubrió que ni era tan consciente ni tan valiente. Y que, a fin de cumplir un sueño, no había medido en absoluto las consecuencias del camino hacia la meta. Ahora sí, se reconoció, volver a ponerse bajo el microscopio era, sin lugar a dudas, el acto de mayor valentía que Eva hubiera podido realizar jamás. Dejar el cobijo del hogar y volver al ojo del huracán era, también, la mayor de sus locuras cometidas.   

"Te vas a quedar sin muelas, si sigues así".

Eva se descubrió ante el espejo, mirándose de forma ausente, mientras se lavaba los dientes. Parpadeó un tanto desconcertada y vio que a su lado Gerard y Anaju la miraban con curiosidad, ambos en sus respectivos espejos. El chico se señaló el reloj.

"Cuatro minutos. Los he cronometrado", le informó sonriente. "Llevas cuatro minutos cepillándote el mismo lado", se rió. Anaju, sin embargo, la observaba con cierta preocupación. "¡Despierta!", le gritó Gerard, dando una palmada sonora frente a su rostro.

Eva dio un brinco y se sacó el cepillo de la boca, ciertamente notando un leve dolor en la encía derecha. Apoyó las manos en el salpicadero y sacudió la cabeza. "Esto es tan raro...", declaró cabizbaja.

Gerard se acercó y le pasó un brazo por los hombros, estrechándola suavemente. "Lo sé, todos estamos igual de raros. Hemos regresado y todo sigue igual, menos nosotros", le comentó al reflejo de Eva con empatía. 

Anaju dio un paso en la dirección de los jóvenes, pero se vio interceptada por una Samantha exuberante y eléctrica.  

"¿Qué está pasando aquí y por qué parece que venís de un funeral?", exigió la rubia. "¡Que hemos regresado a OT, señoras y señores!", declaró con vehemencia. "Per el amor de Déu, no me vengáis con dramas tan temprano, eh? ¡Alegrad esos caretos o os los reviento a hostias!". Y entonces cogió una toalla próxima, la enrolló e improvisó un amago de látigo. "¿No queríais salseo y pelea física?", se dirigió a una cámara, aludiendo a la audiencia. Dio la vuelta de manera brusca y le propinó un latigazo a Eva en el trasero. "¡Pues toma plancha!".

La azotada se medio atragantó con la pasta de dientes que aún tenía en la boca, inclinada en el salpicadero y dando coces a ciegas. Gerard se tiró al suelo cual soldado bombardeado y se escabulló a cuatro patas por detrás del mueble mesa de los baños. Y en cuanto a Anaju, no tardó ni medio segundo en coger su propia toalla y lanzarse a la batalla cual mosquetera, embistiendo sin miramientos hacia las piernas de Samantha, quien lanzó un grito feroz de guerra preparada para el impacto.

"¡Pero bueno, esto es la guerra!", exclamó escandalizada Eva cuando por fin consiguió lavarse la boca. Cogió otra toalla y se precipitó a la batalla. "¡Anaju, tu por abajo y yo por arriba!"

"¡Oído, cocina!", aceptó la aludida felizmente.

"¡Eso no es justo, cabronas!" se indignó Samantha bajo una somanta de toallazos. A ciegas, fue dando bandazos con la esperanza de dar a alguna de sus compañeras, pero no pudo evitar gritar de horror cuando se vio alzada por las piernas y sostenida por los brazos. 

Acabaron las tres por los suelos, en una maraña indescriptible de brazos y piernas. Gerard solo atisbaba por detrás del mueble mesa un remolino de toallas volar, pero en cuanto oyó que el fragor de la batalla fue disminuyendo y las risas sustituían a los insultos, asomó la cabeza y se unió al grupo tumbado en el suelo como un feliz perrito faldero. 

"Gracias, chicas" declaró una Eva exhausta, en medio de sus dos compañeras. "Lo necesitaba" confesó mientras les cogía las manos y se las llevaba al pecho.

"Cuando quieras, maniac", respondió una Samantha desenfadada, soplándose de la cara un mechón descarriado.

"Y las veces que quiera, señorita", se unió Anaju, quien se tumbó de lado para observarla risueña, apoyando la cabeza en su mano libre. Entrelazó los dedos con los de Eva y se los llevó a los labios para besarlos delicadamente. 

"Yo te puedo hacer zumito loco locomotion mañana, si quieres", añadió Gerard animado.

"Tu calla, cobarde", lo acusó Sam, estampándole un toallazo en plena cara.

Los cuatro volvieron a estallar en risas y Eva sintió un calorcito agradable en el centro de su pecho. Allí en medio, tirada en los suelos de los baños, rodeada de sus compañeros, volvió a recuperar un pedacito de paz perdida y se reconcilió un poquito más con el universo.  

Ésta era su gente. Estas personitas eran, en aquel preciso momento y lugar, las únicas que la podían entender y con las que compartir toda aquella maraña de sentimientos encontrados. Y eso era lo que verdaderamente importaba.Se sintió por fin, desde que habían regresado, comprendida, protegida y a salvo.

Se sintió en familia.

En casa.


Cuando nadie miraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora