Padomidas

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"¡Me pido mi esquinita!", exclamó Nia, saltando el respaldo del sofá y aterrizando en su sitio predilecto.

"¡Y yo la otra!", la imitó Hugo, sentándose en la otra esquina, más cerca de la zona de comedor.

Todos empezaron a desperdigarse por el gran sofá, entre cojines y mantas. Maialen y Bruno acabaron echados uno en la otra a los pies de Nia. Samantha y Flavio hicieron lo mismo, a los pies de Hugo. Por su parte, Eva acabó tumbada en el mismísimo centro del sillón, en un fuerte de cojines.

"¿Dónde está Jujiti?", preguntó Mais, con los pies en alto apuntando hacia el techo.

"¿Dónde crees que pueda estar?", rebatió Bruno, haciéndole cosquillas a una de sus largas piernas.

"¡Dónde haya palomitas!", exclamó Hugo, echando la cabeza hacia atrás para poder alcanzar a ver recepción.

Efectivamente, la turolense permanecía anclada al mueble de la recepción, esperando a que Clara subiera con su amado trigo explotado. Eva incorporó medio cuerpo para poder ver la estampa y sonrió divertida.

Anaju se había echado encima del mueble hasta tal punto que le colgaban los pies. Calzaba unos enormes calcetines de lana gruesa grisácea, uno de los cuales se le había bajado casi por completo y amenazaba con desprenderse debido a los vaivenes que le daban los pies en alto. Vestía unos pantaloncillos básicos de pijama de algodón azulado y una camiseta blanca de los Goonies, que le había prestado Eva hacía un par de días y que, como a ella, le quedaba unas tres tallas ancha. Cuando Clara apareció por la puerta con dos bols a rebosar de palomitas, la turolense dio un saltó y se precipitó hacia la asistente, con la sonrisa más brillante de la faz de la tierra.

"Si es que en el fondo es una niña chica", se rió Nia, observando la tierna escena.

"Es nuestra mami chica", anunció Maialen, orgullosa, también jugueteando con sus pies en alto.

"Madre mía, estamos fatal...", recalcó Samantha, intentando hacerle una cresta en el peinado a Flavio. "Un día de estos nos ponemos a jugar a Barbies y Kens"

"¡Chiiii, po favoooo!", se animó Eva, poniendo voz infantil y dando palmaditas.

"Pedo... pedo... Tienez que vinir a mi cacha, poque yo tengo mach Babis que du", le respondió la valenciana, exagerando las muecas de su rostro.

Eva se sentó de piernas cruzadas en el sofá y la encaró con semblante serio y muy ofendida.

"Noooo, du dienes que vinir a la míiiia, poque... poque... ¡Poque...!" se quedó pensando intensamente, hasta que dio un brinco. "¡Poque yo tengo pichina y du no!"

"¿¡Pichina!?"

"Chi.. Y glande, mucho glande"

"¡Ooooh! Vade, pos tonches voy y... y... Y llevu mis Babis y Kens, ¿vade?", propuso la rubia, alzando los brazos con entusiasmo.

"¡Vadeeeee!", exclamó Eva, alzando los suyos y botando en el sofá.

"Creo que acabo de morir de amor", declaró Anaju, al llegar con los dos bols de palomitas y presenciar la escena.

"Amiga mía, creo que hace tiempo que eres un fantasma", añadió Nia, con una carcajada. Hugo le lanzó un cojín, muerto de risa igualmente.

"No te preocupes, Jujiti, acabamos de palmarla todos de multi amor", confesó Maialen, quien se había sentado de inmediato al ver la actuación de ambas niñas. "Quiero un capítulo diario de Evote y Masanthiti, ¡por favoooor!"

"¡Vade!", se mostró conforme Sam, quien se levantó para echarse de cabeza a los brazos de una Eva que aún botaba de alegría.

"¡Masanthaaaaa!", la estrujó la gallega, pletórica.

Cuando nadie miraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora