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-Bien Hailey, ya es hora de darte el alta. Si tienes algún problema, solo vuelve- la doctora extendió su mano para entregarme un papel- tienes que venir para que comprobemos como avanzas y si recuerdas algo más, aquí te vienen las fechas. No olvides la medicación.

Yo le sonreí torcidamente y le estreché la mano algo nerviosa. Creo que desde que desperté siempre he estado nerviosa.

-Gracias doctora Smith, nos vemos- habló mi madre por mí.

Ella y yo nos levantamos y salimos de la consulta. Caminamos en silencio hasta el coche, donde ambas nos montamos.

-Hailey, cariño, ¿seguro que estás bien?- dijo mi madre.

-Sí mamá, me lo has preguntado como veinte veces- dije sin entusiasmo.

Arrancó el coche. Y a la vez, arrancó mi vida.

Para los que no os enteréis mucho, debo contaros lo que me pasó. Bueno, realmente, lo que dicen que me pasó. No es muy complicado. O sí, pero no lo sé.

Nombre: amnesia retrógrada

Causa: caminaba por las calles de Londres cuando crucé la calle y un coche me atropelló y se dio a la fuga.

Consecuencias: no recordaba nada de mi vida desde que tenía... ¿catorce años? No estaba muy segura. De hecho, no estaba segura de nada. Catorce años. No parece tan malo. Pero ahora tenía diecisiete. He podido cambiar mucho estos últimos tres años. ¿O no? Creo que ahora mismo dudaría hasta del color de mis ojos, mientras me miro en el espejo.

En el hospital me ayudaron a recordar algo, pero nada actual. Es como si no supiera quién soy. Debería buscar a alguien que me enseñara a recordar. Quizá la familia. Pero... mejor no. Lo único que recuerdo de ella es que pasaban más tiempo en el trabajo que en casa. Tanto mi padre como mi madre. Puede que algún amigo. Pero sinceramente, dudo mucho que hubiera tenido alguno que recuerde. Como no se acerquen a mí, no iba a saber qué era quién. Todos eran extraños. Había vuelto a nacer.

Iba tan concentrada en mis pensamientos que ni me di cuenta de que habíamos llegado a casa. Un momento, esta no era la casa que yo recordaba.

-¿Dónde estamos?- le pregunté a mi madre.

-En casa. Es una larga historia.

-Pues creo que si tengo que recordar, deberías contármela- dije no muy simpática.

-Coge tus cosas, dentro hablamos.

No dije ninguna palabra más y salí del coche con mi bolsa con todo lo del hospital en la mano. Seguí a mi madre sobre sus pasos hasta llegar a la puerta. Abrió y pasé. Me quedé mirando alrededor. Vaya pedazo de casa, ¿no? A ver, no era muy grande, pero el diseño de ella me gustaba mucho. Era muy al estilo de mi madre.

-Eh... mamá, ¿dónde está mi cuarto?- pregunté.

-Arriba, al fondo a la derecha.

Subí las escaleras hasta llegar donde me dijo. Entré a lo que se suponía que era mi cuarto. Lo divisé y no estaba mal, pero nada mal. Las paredes eran en un tono gris azulado, los muebles, eran blancos, con muchos delicados detalles, tal y como velas, libros, etc. Dejé las cosas encima de la cama. Luego las colocaría. Llamaron a la puerta.

-Adelante- dije.

Una cabeza castaña se asomó.

-¿Finn?- dije sonriente.

-¡Hailey!- gritó mi hermano pequeño y se tiró a mis brazos a abrazarme. Yo lo abracé de vuelta, muy fuerte. Él era dos años menor que yo.

-Oh dios Finn, estás muy... Muy mayor- le dije.

Remember «h.s»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora