El sábado por la mañana doy un paseo por el parque con Ana y no lo veo.
Esa noche, sin embargo, mi tío me manda a leer de un libro antiguo, uno de los más selectos, y cuando termino, Ruiz aparece y viene a sentarse a mi lado para estudiar sus singulares cubiertas.
—¿Le gusta, Ruiz? —le pregunta mi tío—. ¿Sabe que es muy raro?
—Pienso que tiene que serlo, señor.
—¿Y no le parece que quiero decir con eso que hay muy pocos ejemplares más?
—Sí, lo suponía.
—Hace bien. Pero los coleccionistas medimos la rareza con otros criterios.
¿Considera rara una pieza única si nadie la quiere? Llamamos a eso un libro muerto.
Pero imaginemos que mil hombres buscan una veintena de ejemplares idénticos: cada uno de ellos es más raro que el único. ¿Me comprende?
Ruiz asiente.
—Sí. La rareza del artículo se mide por el deseo del corazón que lo busca. —Me lanza una mirada—. Es algo muy extraño. ¿Y cuántos coleccionistas buscan este libro que acabamos de escuchar?
Mi tío se muestra evasivo.
—¿Cuántos, señor? Le responderé así: ¡subástelo y verá! ¡Ja!
Ruiz se ríe.
—Sí, desde luego...
Pero parece pensativo bajo su capa de cortesía. Se muerde el labio; sus dientes asoman amarillos, voraces, contra la negrura de su barba, pero su boca tiene una sorprendente y mórbida tonalidad rosada. No dice nada mientras mi tío da un sorbo de su bebida y Mendoza se ocupa de las velas. Después habla de nuevo.
—¿Y si un comprador único busca un par de libros, señor Garzon? —dice—.¿Cómo se valoran?
—¿Un par? —Mi tío se quita las gafas—. ¿Dos volúmenes?
—Un par de títulos complementarios. Alguien posee uno y quiere adquirir el otro.
¿El segundo aumenta mucho el valor del primero?
—¡Por supuesto!
—Eso pensaba.
—La gente paga cantidades absurdas por cosas así —dice Cheznov.
—Cierto —dice mi tío—. Es cierto. En mi índice hallará una referencia a estas cuestiones...
—El índice —dice Ruiz en voz baja, y los demás siguen conversando. Les escuchamos, o fingimos hacerlo, y enseguida él vuelve la cabeza y examina mi cara —. ¿Puedo preguntarle algo, señorita Garzon? —Y cuando asiento—: ¿Qué hará cuando esté terminada la obra de su tío? Es más, ¿por qué hace este trabajo?
Le he esbozado lo que me figuro que es una sonrisa amarga. Digo:
—Su pregunta no significa nada, difícilmente puedo contestarla. La obra de mi tío no concluirá nunca. Se escriben incontables libros nuevos que hay que añadir a la lista de los antiguos; muchísimos que volver a descubrir; demasiada incertidumbre.
El y Mendoza discutirán al respecto eternamente. Míreles. Si publica el índice, como proyecta hacer, empezará de inmediato con los suplementos.
—¿Quiere decir que la mantendrá a su lado todo ese tiempo? —No respondo—.¿Es tan apasionada como él?
—No tengo alternativa —digo por fin—. Tengo pocas aptitudes y, como ya ha visto, muy poco comunes.
—Es una mujer —dice en voz baja—, y joven y guapa. No lo digo ahora por galantería, y usted lo sabe. Lo digo porque es verdad. Podría hacer cualquier cosa.
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Falsa Identidad
FanficDaniela Calle, es una joven huérfana de diecisiete años que vive en la zona más peligrosa del centro de Bogota, Colombia. Ella es protegida por la señora Caceres, la gran «madre» de una clasica comunidad de delincuentes de epoca. Luego de una inesp...