Cap 11 : No confíes en nadie

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Aterricé con fuerza en el suelo, provocando que un picante dolor me recorriese. Me incorporé de nuevo y Gabriel saltó a mi espalda.

—Vas mejorando —comentó sacudiendo su ropa.

Fijé mi vista en él y me recordé que no debía confiar en Gabriel después de lo que había dicho. Sus amigos y él planeaban matarme, quizás esa era la razón por la que me había contado la verdad sobre el mundo, porque sabía que en unos días estaría muerta y enterrada y ya no sería ningún problema para él ni para su gente, ya que no tendrían que preocuparse porque mantuviese la boca cerrada. Me querían matar. Pero no pensaba permitírselo.

Mis padres me habían traicionado, habían actuado a mis espaldas.

Mis amigos, no sabía si podía confiar en ellos, ya que todavía seguían  bajo "los efectos de la Luna", como Paul me había dicho que se llamaba este engaño. Su gente le había puesto ese nombre a la simulación para poder explicarse mejor entre ellos. También iba a contarme el por qué del nombre, pero cómo no, el chico de pelo blanco y ojos azules lo impidió.

Me di cuenta de que no sabía ni su nombre. Supongo que no me lo quería decir por sí les traicionaba, para que no revelase su identidad y lo matasen.  Había sido listo, pero no comprendía por qué me trataba tan mal . ¿Qué lo hacía superior a mí? ¿Saber la verdad? Yo no tenía la culpa de haber nacido engañada, de no haber podido tener una vida real como él, como todos ellos.

Elevé las comisuras de mis labios hacia arriba, formando una sonrisa tímida, que en el fondo era fingida. Gabriel regresó su mirada a mis ojos y me indicó con la cabeza que debíamos salir ya. Revisé si mi vestido mostraba algún tipo de mancha, pero estaba perfecto, como debía ser.

Abrí la puerta sigilosamente, y miré a los dos lados del pasillo para ver si nos encontrábamos con alguien. No había ningún guardia a la vista, por lo que abrí la puerta al completo y salimos al silencioso pasillo. Mis pies crujían levemente bajo mi peso, provocando que se escucharan mis pasos levemente. Traté de concentrarme en las pisadas, para poder evitar el más mínimo ruido y miré a Gabriel. Él caminaba sigilosamente sin problemas, parecía que se deslizaba por el aire, y su vista viajaba por los alrededores en busca de el más mínimo movimiento. Parecía que estaba acostumbrado a estas situaciones, a estar preparado para matar.

Sin querer, recordé al guardia al que apuntaba la primera vez que lo vi. En aquel entonces pensaba que el guardia estaba dormido. Pero ahora sabía la verdad. El guardia estaba muerto, Gabriel lo había matado. Había matado a una persona. No era inocente, pero aún así, lo dejaba de ser una persona.

Me pregunté cómo habría sido su vida. Quizás había sido tranquila y relajada, real. Pero sí lo mirabas a los ojos, descubrías que detrás de esa mirada se encontraba una vida de supervivencia continua. Una vida dura, llena de obstáculos, pérdidas y destrucción.

¿Merecía la pena luchar por una vida así? ¿Merecía la pena seguir luchando contra la corriente, tratando de sobrevivir? No entendía cómo no se había rendido. Su vida parecía haber sido un infierno, pero él aún seguía aquí.

—¿Por qué me miras tanto?

Volví a la realidad para encontrarlo alzando una ceja, esperando una respuesta por mi parte.

—Por nada.

—Dime la verdad.

—¿A cuántas personas has matado? —lo dejé escapar tan rápido que por un instante dudé que no me escucharía. 

Noté que los músculos de su espalda se tensaron por la pregunta y no supe qué hacer. Me apresuré a hablar antes de que todo se volviera peor.

—No hace falta que respondas si no quieres ...

Las tres caras de la Luna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora