Cap 17 . Siempre te amaré

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Terminé de ajustar las perlas de mis pendientes con un suspiro agotador. Cogí una tuerca y ajusté la medida perfecta. Tras comer con mis padres después de que los González nos invitasen a su fiesta, cogí mi otro teléfono para llamar a Gabriel. La última vez que estuve con ellos me dieron un móvil negro, bloqueado, que me permitiría llamarles en caso de que necesitase contactar con ellos. No podíamos permitirnos hablar por el teléfono normal, ya que podría estar hackeado por el gobierno y nos escucharían. 

Sonaron cinco toques, y cuando estaba dispuesta a colgar, el chico respondió. 

—¿Qué quieres ahora?  —lo escuché suspirar al otro lado de la línea—. Sabes que no quiero ir a ayudarte otra vez, intenta que no te maten con un cuchillo de rebanadas...

—Va a haber una fiesta —lo corté—. Una fiesta en casa de la familia González. 

El bufido resonó en mi oído. 

—Y a mí qué me importa? ¿Para qué me interesa a mí que unos perfectos vayan a hacer una de sus ridículas fiestas?

—No es eso, estúpido. Lo que te estoy diciendo que es la oportunidad perfecta para sacar información. 

Me di cuenta de lo que había dicho y, tras asustarme, abrí la puerta de mi habitación para ver si alguien pudo haberlo escuchado. ¿Qué me estaba pasando ? 

—Vaya, vaya, ¿quién es la maleducada ahora? —burló—. Eso es motivo de sanción. Muy mal, señorita Lovegood. 

Casi me le imaginaba tumbado en el gran sofá de su casa con las piernas cruzadas y jugando con algo entre las manos mientras hablaba. 

—Cállate. Haz algo útil y avisa a los demás.

Por lo visto eso lo indignó porque se escuchó cómo se levantaba de golpe .

—¿Haz algo útil? —repitió indignado—. Siempre estoy haciendo cosas, no es mi culpa que me interrumpas en mis momentos de descanso. 

Asentí sin creerlo mientras una sonrisa divertida se formaba en mis labios.

—Ajá. lo que tú digas. 

Se quedó en silencio unos momentos.

—Espera, ¿estás haciendo eso que las mujeres hacen cuando están molestas o enfadadas pero en vez de decirlo directamente sueltan indirectas que nosotros no entendemos y  vosotras os enfadáis más? Porque si es así prefiero que me lo digas de manera directa, nunca entiendo vuestras indirectas. Mia me lo dice mucho...

Puse los ojos en blanco y pensé en cómo podía ser tan idiota por momentos.

—¡Dios! —exclamé agarrando mi pelo estresada— ¡Me vas a volver loca! ¡Solo avisa a los demás y ya!, ¿okay?

Fue a replicar algo pero colgué para después tirar el teléfono sobre la colcha.

De verdad que ese chico sacaba la peor parte de mí, arruinando mi lado perfecto, el que tanto me había costado construir durante años. Además me preguntaba si ese chico era bipolar, porque, ¿cómo podías ser calculador y serio y luego tan hablador y amable? No había quién lo entendiese. 

Mi teléfono volvió a sonar con tres toques y lo cogí enfadada al ver que estaba en la carpeta de rebeldes.

—¡Gabriel, no voy a responder por mucho que llames! —grité enfadada— ¡Cállate o te juro que...

—¡Oye, oye, tranquila fiera! —rió Paul al otro lado de la línea—. No me mates a mí, que yo no te he hecho nada. Mi único delito ha sido robar a tus padres, lo siento.

Las tres caras de la Luna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora