56. Me lo prometiste, me prometiste que jamás me dejarías

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—¿William? —exclamé cuando los ruidos cesaron de golpe.

Tan solo sonrió, y alguien aparició a su lado. Una chica. Una chica de peluca violeta.

Sus ojos, del mismo color que la misma, me evaluaron con sigilo, sin mirar a su compañero. ¿Aquello era posible?

—¿Es ella? —interrogó la chica esperando una respuesta por parte de William. Christian continuiaba a mi espalda, aún sonriente, emocionado, sin darse cuenta de lo que sucedía.

—Es ella —afirmó Will con una voz diferente.

Justo en ese momento me di cuenta de que había estado fingiendo todo ese tiempo, que él jamás fue perfecto, ni alguien de quien fiarse.

—Tú... me mentiste —susurré mientras el mundo se arremolinaba a mi alrededor—. Eres un mentiroso.

—Oh vamos —respondió— ¿Y quién no lo es en esta historia?

Simplemente guardé silencio, sin poder dejar de mirarlo. Escuché un jadeo derrotado a mi izquierda, y vi a Paul caer al suelo, derrotado con una mano en la pierna.

Eché a correr hacia él, pero me detuve al ver que una sombra corrió más rápido hacia el rebelde y lo sujetó antes de que cayera.

No era una sombra.

Era un chico.

Un chico que no había visto en mi vida.

Sujetó a Paul y este pasó un brazo sobre sus hombros. Se pegó a él para no caer y el cabello grisaceo del joven se revolvió. Le susurró algo para que no se moviera y Paul asintió dolorido.

Cuando arrastró a mi amigo, lo tumbó sobre una de las mesas, para poder ayudarlo. Entonces alzó la mirada hacia mí y me miró como si fuese idiota.

Pero yo tan solo estaba hipnotizada por sus ojos violetas.

Por algún motivo, supuse que era familia de la otra chica, la que se encontraba junto a William, mi supuesto instructor a liderazgo en Marfil.

—¿Me vas a ayudar o piensas quedarte ahí parada? —exclamó el joven, por lo que reaccioné y me acerqué a ellos.

Paul tenía una herida profunda en la pierna, de la marca de un balazo. Reprimí la sensación que me causó aquello, pero no pude decir nada porque se escuchó un nombre en un grito desde el otro lado de la sala.

—¡Paul! —gritó Mia, con Gabriel y Nick a su espalda.

Echó a correr hacia el cuerpo dolorido del chico y al ver la herida, miró a los ojos de Pual.

—¿Qué te ha... —trató de aparentar calma, pero estab anotablemente alterada— ...qué te ha pasado?

Fue entonces cuando reparé en que tanto ella como los demás chicos estaban hechos un desastre. Los pantalones de Nick estaban llenos de agujeros por las piernas, de rasguños, al igual que su otro amigo. Las respiraciones de los tres eran agitadas.

—Andrew —escupió con asco el rebelde de ojos violetas—. Lo ha apuñalado cuando trataba de llegar a la barra.

William y la chica llegaron a nosotros, con otros jóvenes a su espalda.

Y entonces los reconocí a todos.

Eran los que estaban en casa de los rebeldes cuando aparecí con Christian, Luke y Amelia por lo de la chica.

—Ya la salvé yo por él, no te preocupes, pirómano —le dijo burlón al castaño, quien asintió con dolor. Acto seguido me miró a mí, más serio, pero esa sonrisa divertida aún estaba en sus labios— ¿faltaste mucho a clase? ¿No crees? Deberías de ser más cuidadosa o te descubrirán.

Las tres caras de la Luna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora