45. Broken hearth

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Nada más cruzar la puerta giré a el callejón oscuro tras el edificio y vomité.

Lo eché todo, no quería arriesgarme a tragar algo, por lo que sujeté mi cabello, apartándolo, y me incliné sobre el hueco. Las piernas me temblaban, débiles y apoyé en la pared. Cuando terminé, me tambaleé hacia atrás rezando porque no hubiese tragado nada y me recosté contra la pared poniendo la espalda contra ella y me dejé caer en la desgracia.

Esperaba que no hubiese quedado nada y por lo visto así había sido, porque recordaba a la perfección todo lo sucedido.

¿Quién era aquella figura?, ¿y por qué había dicho que era mi mejor amigo?

Cerré los ojos. Quería gritar hasta quedarme sin voz y golpear cosas sin parar, pero sabía que no podía hacerlo.

Además, me había quedado sin fuerzas y en esos momentos era un peso inútil. Si todo lo que había pasado era real, significaba que yo de pequeña había tenido alguien importante para mí como Nick había dicho y lo había olvidado.

"—Si, es probable que tuvieses alguien importante, que lo hayan borrado de tu mente y que ahora él se esté atormentando en estos momentos al ver que no lo recuerdas. Eso si sigue vivo".

No había pensado en eso ¿ Y si esa persona con la que yo hablaba ya había muerto pensando que la había olvidado?

Lo que realmente importaba ahora era encontrar a esa figura y pedirle explicaciones ya que podría ser la única que supiese la verdad sobre mi pasado.

Aunque, ¿era real?, porque en caso de que lo fuera significaba que mis padres tenían encerrado a un niño de mi edad en aquel momento en el sótano. También era probable que ellos no supiesen que había un niño, debido a la forma en la que yo actúe.

Me planteé si el niño estaba encerrado ahí y mis padres no me dejaban bajar a verlo por lo que tenía que ir yo sola a escondidas. Debido a tantas teorías y a intentar recordar algo que me habían borrado, mi cabeza comenzó a doler.

Salí del callejón y me encaminé hacia mi casa sin ni siquiera esperar a Amelia. No tenía ganas de aguantarla a ella y a sus estúpidas tonterías adolescentes.

En cuanto crucé la puerta de casa subí corriendo a la habitación y abrir los cajones tratando de buscar algo para quitarme el dolor. Pero no había nada.

Me llevé una mano a la cabeza y cuando miré el móvil, vi que mis padres habían organizado un pequeño encuentro familiar junto con Amelia y mis amigos para celebrar el resultado de las pruebas.

¿Acaso sabían hacer más cosas que esa?

El día pasó con rapidez, y cuando me di cuenta, ya era por la tarde y la gente caminaba por las calles. Salimos de casa vestidos con nuestros trajes. Yo llevaba un vestido verde oscuro, con las tiras tapando mi mis pechos desde la cintura y atadas en ni espalda en unas finos tirantes. La caída de la falda era libre hasta los pies, con una ranura que dejaba mi pierna derecha al descubierto.

Llegamos a el claro dónde procedía la fiesta. Era a campo abierto, con hermosas columnas blancas y enredaderas verdes en ellas, rodeando todo como arcos para pasar bajo ellos.

—Con que una fiesta familiar, ¿eh? —dije.

Había unas setenta personas caminando por la hierba, unas hablando con otras. Junto a una de las columnas blancas vimos a la familia González y nos acercamos a ellos.

Nada más vernos nos sonrieron con aprecio y me acerqué a Christian. No quería estar cerca de el, por lo que contuve la respiración cuando me envolvió entre sus brazos.

Las tres caras de la Luna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora