41. No es nada para mi

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—¿Me estás diciendo que te metiste en una habitación blanca a oscuras y que escuchaste a alguien cantar detrás de las paredes? —asentí y Paul exhaló desinflado sus cachetes— ¿seguro que no estás loca?

Lo fulminé con la mirada y traté de continuar mi explicación. Ya les había contado que había recorrido los pasillos y que había llegado a una habitación blanca a oscuras, que había encendido una luz y alguien había empezado a cantar.

La verdad era que no sabía si estaba cantando, sonaba más bien como una canción de patio de juegos, igual que las que yo cantaba de niña.

—¿Podrías repetir la canción? —preguntó Nick anotándolo todo en una libreta.

—No sé si era una canción —repliqué, y puso una mueca de fastidio.

—Solo hazlo.

Obedecí y me senté en un sillón junto a Mia. Ya habían pasado dos días desde aquella endiablada cena, y cuando le conté a Mia el resto, por poco me llevó a rastras con Nick y Paul.

En cuanto al rebelde de ojos zafiros, Gabriel, todavía no había aparecido.

Se había borrado del mapa y por más que le rogase a Nick que me revelase su escondite, el platino tan solo negaba por la cabeza y me decía que no era su problema, si no el nuestro.

Yo tan solo quería verlo para aclararle todo, decirle lo que creía que sentía por él, que en verdad creía que le correspondía. ¿Pero cómo demonios lo iba a hacer si ni siquiera sabía cómo ponerme en contacto con él?

Mientras tanto, yo tan solo podía dejar de lado ese dolor de cabeza adolescente y centrarme en lo verdaderamente importante.

La supervivencia en Marfil.

Nick estaba convencido de que creando un tablón con planos podría estructurar mejor sus ideas y elaborar mejor el plan.  Habían empezado a vigilar las cámaras, al parecer hasta el momento no habían visto ninguna anomalía. Entonces me di cuenta de que había estado mirándolo fijamente todo el rato, y se encontraba con una ceja alzada y una expresión interrogante.

—Venga, no tenemos todo el día.

—Está bien —me llevé una mano a la boca, pensativa— pero es que no recuerdo muy bien lo que dijo exactamente.

Paul suspiró y se dejó caer en el sofá para después mirarme con una sonrisa forzada. Ya iba a soltar otro comentario.

—Grace, si de mayor tienes pensado trabajar en algo bueno, por favor, por el bien de la sociedad no te hagas guardia. Nos matarás a todos. 

—Gracias por tu opinión, pero sinceramente no me importa ahora mismo.

—Me ofendes, princesa —comentó con una sonrisa traviesa fingiendo tristeza, y quise golpearlo pero Nick tosió incómodo.

—¿Lo dices ya o qué? —volteé los ojos y me acomodé en el sofá para quedar sentada y mirarlo directamente a los ojos, como si eso me ayudase a decirlo más fácilmente.

—"Son tres, tres caras, nadie escapará —traté de recordar sus palabras al completo— un, dos, tres, la cena te aguardará, protege tu espalda o te apuñalará. Un, dos, tres, son el agujero en la pared. ".

Mia mordió su labio inferior pensativa y yo rebusqué entre mi mente, ya que aún recordaba que había dicho algo más.

—Y luego decía algo como: "un, dos, tres, cierra el portón, o bajará de arriba y todos te olvidarán —al recordar la última frase, me animé y la solté con más emoción— no son una, ni dos, son tres, son la muerte que te espera en el almacén 133.

Las tres caras de la Luna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora