Cap 2: genéticamente impecable

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Jugué con mis zapatos sobre el frío suelo de mármol mientras veía salirde manera ordenada a los ciudadanos de las salas. Me mantuve erguida y me coloqué la coleta en el momento justo en que una chica apareció por la puerta.

—Siguiente —dijo sonriente.

Cogí aire y con una sonrisa, la seguí al interior de la sala, cerrando la puerta a mi espalda. El aire frío me paralizó por momentos y la chica sonrío.

—No te preocupes, sabes que es lo de siempre.

La mujer, al tener más de dieciocho años vestía de negro y blanco, y un tono suave de labios ajustaba el equilibrio perfecto.

Me tomó suavemente por el hombro y me acercó a una puerta. Esta era de un metal frío gris y al abrirla soltó un gran crujido, inundando la sala.

—Recuerda, mantén la mente vacía —dijo la chica.

Asentí con la cabeza y me adentré en la habitación. El espacio era pequeño y las paredes eran blancas acolchadas.

Supongo que para que no se escucharan los gritos.

Avancé por la sala y me detuve junto a la pared. Me agaché quedando en la esquina inferior izquierda de la habitación.

La mujer cerró el portón.

Y entonces comenzó.

La sala se llenó de luz, mis ojos se pusieron en blanco y miles de imágenes sobre mi vida pasaron ante mí. Imágenes de mi hermana riendo a mi lado, del panadero sonriéndome, mis padres mirándome de manera extraña, imágenes de mis amigos y hasta un par de ojos azules mirándome desde lo lejos, clavados en mí. 

Había tantos ruidos, risas y gritos que me agaché agarrando mi cabeza a ambos lados con mis manos y me hice un hoyuelo en la esquina.

Pronto todo terminaría.

No era tan difícil.

Sentía que los recuerdos emanaban de mi con fuerza, listos para ser revisados y buscar imperfecciones.

Pero obviamente no había ninguna.

Me volví a apretar contra la pared en el momento justo en que todo aquellos ojos zafiro que no recordaba haber visto, golpearon mi mente con fuerza, haciendo que volviese a respirar y abriese los ojos de golpe. Las visiones acabaron y caí hacia delante agotada , con la mente en blanco y los dedos blancos, manchados de algo extraño por la presión. La chica abrió la puerta y me miró sonriente. 

—Tu estado es impecablemente perfecto —comentó sonriente— como siempre.

Antes de salir, la mujer me dio una pastilla blanca que tragué al instante con agua cerrando los ojos.Un montón de colores y sensaciones que desconocía me golpearon con fuerza provocándome una ráfaga de luz.

Abrí los ojos sonriente al ver que se había eliminado todo rastro de dolor.

—Gracias Merida —me despedí alegre— ¡que pases un buen día!

Cuando me dispuse a salir la voz de Merida me detuvo.

—¡Acuérdate de darle saludos a tus padres de mi parte! —exclamó feliz.

Le aseguré que lo haría nada más verlc y crucé el marco de la puerta. La gente se dirigía escalonadamente de vuelta a su hogar. Yo quise hacerlo, pero en ese mismo instante alguien me abrazó por delante sonriendo.

Alguien a quien sin duda en aquellos tiempos quería.

—¿Qué tal te ha ido en la prueba? —me preguntó mi amiga.

Las tres caras de la Luna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora