42. Lucha o pierde, así de fácil

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                     PAUL

—Sigue bebiendo de esa manera y lo siguiente que saldrá por esa ventana será tu cabeza.

El idiota de Gabriel me miró con el ceño fruncido, como si fuese un niño de cinco años. Me desesperaba. Habíamos llegado al local de "rebeldes" poco después de que Grace se marchara. Bueno, más bien había venido yo solo, porque tras las palabras de la princesa, Gabriel se fue de la casa y Nick salió supuestamente a por el, cosa que era mentira porque aquí no estaba. Estaba cansado de tener que hacer de madre de guardería continuamente.

—Déjame en paz, Paul.

—Oh, claro, ¿para que salgas por ahí a hacer de las tuyas y luego yo tenga que limpiar todo? no gracias.

—¿No tienes mejores cosas que hacer?

—Esto es más divertido.

—Genial.

Cuando el camarero trajo mi bebida, un extraño chico rubio platino se sentó a nuestro lado sin decir nada, aburrido. Me quitó mi vaso y ni si quiera mostró arrepentimiento cuando le exigí una respuesta.

—¿Dónde demonios estabas? Se supone que ibas a buscar a el niño.

—No sabía que era su niñera —respondió revisando su teléfono en busca de llamadas.

—No, pero eres su amigo.

—Tiene 18 años, creo que se puede cuidar él solito —me ignoró por completo y lo único que pude hacer fue mirarlo incrédulo mientras continuaba bajando por la lista de llamadas en busca de las de los grupos del norte.

—¡Pero no puedes hacer eso, es un inestable! —le exigí, y me miró como si yo no tuviese solución.

—Sigo aquí, ¿los sabíais? —preguntó Gabriel cansado de nosotros— y por cierto, ¿dónde está Mia?

—Ni idea, me dijo que estaba ocupada porque tenía cosas que hacer y no podía ir a buscar a Gabriel conmigo —suspiré.

—Pues muy ocupada no estaba, porque está ahí mismo —dijo Nick señalando un punto a nuestras espaldas. Al girarme, vi a Mia con una chica rubia besándose bajo la tarima del cantante, apoyadas en un pilar. La chica tenía las manos en la cintura de Mia mientras que la pelirroja sujetaba su cara para intensificar el beso. Algo dentro de mí se revolvió, y no de buena manera.

—Con que ocupada, ¿eh? —cuando me di cuenta, Nick me  miraba fijamente, divertido— ¿qué?

—¿Celoso? —aunque el platino hablase y yo quisiese matarlo, Gabriel tan solo se dedicaba a ignorarnos a ambos, metido en sus pensamientos. Que raro era.

—¿Qué?, ¡no estoy celoso!, eso mejor déjaselo a Gabriel —el azabache volteó a mirarme de golpe.

—¿Y ahora qué he hecho yo? —exclamó enfadado, y Nick rió por lo bajo porque ya lo había ofendido en menos de cinco minutos.

—Ser tan idiota —solté, y rió con ironía— ¿estúpida perfecta?, ¿no es nada para mi?, por favor, ¡no podías haberlo hecho peor!

—Oh, ¡lo siento si no todos podemos chasquear los dedos y conseguirlo todo! —abrí la boca ofendido. Maldito bastardo.

—¿Perdón?, ug, ¡de verdad que ahora entiendo porque Grace no te soporta! —aquello lo ofendió a el, lo supe por su mirada. Paul 100- Gabriel 0.

—¡Maldito cabrón, no juegues con eso! —gritó, pero el local de rebeldes estaban tan acostumbrados que nos ignoraron y siguieron con la música alta—, ¡al menos yo tuve el valor de decírselo!

Las tres caras de la Luna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora