57. Puede que este mundo no sea para todos

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Cerré los ojos y guardé silencio como unos soldados antes de su batalla final. La que determinaría si vivían o morían.

Supongo que este era mi final.

El final de la historia de la indecisa Grace Lovegood, la chica que quedó en mitad del campo de batalla por no ponerse del lado asegurado antes de tiempo.

La chica a la que no le dio tiempo a despedirse.

Acerqué aquellas dos pastillas a mi boca. Aquellas moradas y azules pastillas. Se notaba como un líquido blanco bailaba en el interior. Si con una te borrabas lo que habías visto en meses, por si acaso, con la otra se borrarían años.

Pero cuando estaba a punto de meterlas a la boca de un solo golpe, despidiéndome, una mano las tiró al suelo con fuerza y rapidez.

Giré enfadada, aún con las lágrimas rodando por mis mejillas, y me encontré con un chico, mirándome incrédulo, asustado, en un estado casi parecido al mío y un pecho acelerado por la carrera.

Pero no era un chico.

Era él.

—¿Qué demonios hacías, Grace? —gritó alucinado, con los ojos enrojecidos— ¿Qué mierdas querías hacer?

No respondí, simplemente aparté la mirada. Me agaché para recogerlas, pero fue más rápido y las pisó con la bota, produciendo un crujido en el suelo.

—¿Pero qué haces? —le grité.

—¿Enserio ibas a hacerlo? —dijo Gabriel mientras la lluvia nos empapaba a ambos— ¿Enserio me ibas a abandonar? Me prometiste que...

—Fuiste tú el que lo prometió, no yo.

Tan solo quería ofenderlo para que se fuera, odiándome, pensando que era una persona horrible y me dejase terminar lo que había empezado.

—No —dijo al ver como lo miraba—. No hagas eso, no me olvides.

—¿Qué más te da lo que haga? —le grité con las lágrimas resbalando por mis mejillas enrojecidas— ¡Ya no pinto nada aquí! ¡Ni si quiera sé por qué sigo hablando contigo en vez de tomarlas!

—Porque en el fondo no quieres, por eso no lo haces. Así que por favor, ven conmigo y volvamos con los demás, si tú quieres no diré nada de lo que ha pasado y...

—¿No decir nada de lo que ha pasado? Gabriel, ¡esto es algo más que un problema! —exclamé— ¡Es un maldito universo!

—No voy a dejar que lo hagas —respondió finalmente— no dejaré que nos olvides.

—Es mi decisión, no te corresponde a ti tomarla. Así que dejarás que yo lo haga, y no te interpondrás.

Guardó silencio, y sus ojos comenzaron a tomar una forma al igual que la mía.

—No.

—¿Por qué demonios te preocupas tanto por mi? ¡No tengo nada que ver contigo, ni si quiera me...

—Porque no quiero que cometas el mismo error que yo.

—¿Qué? —dije con la voz rota.

—No quiero que te lastimes a ti misma pensando que es la situación, que alejes a todos a tu alrededor pensando que si alguien se te acerca muere. No, no es así, Grace. Si alguien se acerca a ti no muere, es más, cobra vida —una lágrima resbaló por su mejilla— Mira, yo de antes pensaba hacer lo mismo que tu quieres hacer ahora, ¿vale? Pero tan solo es una mala racha, nos tienes a todos a tu lado. Me tienes a mí. Entiendo que estés asustada y que...

Las tres caras de la Luna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora