39. No es lo que parece

254 34 8
                                    

Mi madre había comenzado una nueva conversación sobre métodos, y mientras Mia se controlaba por golpaearla, el perfecto que estaba a mi lado trataba de comtrolar sus emociones por sus primeras malas palabras. Apreté su mano bajo la mesa como amiga, ya que sentía que si me apartaba se desmoronaria.

Le di una mirada de soslayo a Mia, quien al darse cuenta de la sitación volteó los ojos y se acercó a mi sitio para sustituirme mientras yo subía a la planta de arriba. La atención de la gran mayoria de la mesa se centró sobre mí como si tuviese un foco de luz apuntándome en escena, y me levanté después de besar la mejilla de Christian, que me dio una mirada confunsa.

—Ahora vuelvo, me tengo que ir al baño, mientras tanto Mia te hará compañía, ¿de acuerdo? —me acerqué a él y susurré— puedes confiar en ella.

Me alejé de los presentes y comencé a subir las escaleras por las que había hecho mi salida aquel día de la fiesta. El dia en el que había hecho daño a alguien físicamente por primera vez. Con un escalofrío, subí a la primera planta y me encaminé hacia la derecha por el largo pasillo.

Llegué al punto en el que el pasillo se dividía en dos exactamente iguales. Sabía que el baño estaba por la derecha, ya que la familia nos lo había comentado cuando vinimos por primera vez, pero yo quería ir al despacho del padre, que supuse que estaba por el otro lado, que era donde estaban las habitaciones aún más elegantes e importantes. Dejé mi bolso en la cama de Christian para tener una excusa por si me pillaban y volví a emprender el camino. Recorrí los pasillos de la mansión hasta que una puerta a mi derecha captó mi atención. La entreabrí y me encontré con un despacho. Cerré la puerta a mi espalda y me extrañó que se abriera tan fácilmente.

El lugar estaba decorado de manera parecida al de mi padre, solo que un gran mueble en el lateral de la habitación ocupaba gran espacio, a diferencia que el de el, que tenía una decoración más minimalista.

Las paredes eran blancas con detalles dorados, pero por alguna razón tuve la sensación de que en aquel lugar no había nada, que era una estupidez continuar buscando allí, ya que si la puerta estaba abierta era evidente que no iba a haber nada de verdadero valor.

Salí de ahí y continué mi camino por el largo pasillo. Tenía que haber algo más, al fin y al cabo era un corrupto, ¿no?

Avancé por el pasillo y bajé unos escalones. Fue ahí cuando una puerta entreabierta llamó mi atención.

Miré a ambos lados para ver si alguien pasaba, y entré. Lo primero que vi fue completa oscuridad.

Apreté mis puños por aquel miedo absurdo que le había cogido a los espacios oscuros, y traté de palpar alguna luz por las paredes. A pocos centímetros de mis dedos en la pared a mi espalda, noté un interruptor frío y al pulsarlo la sala se iluminó.

Esperé ver sangre por el suelo, algún que otro cuerpo, personas vivas, e incluso una sala de cámaras y camillas. Pero la realidad era por algún motivo mil veces más escalofriante.

Nada.

No había nada.

La habitación estaba vacías al completo y la única decoración era la puerta, que desde dentro se veía vieja y simple, como si hubiesen estado de mudanzas y quisiesen dejar la habitación sin ni si quiera marco en la puerta para adornar. El suelo era de el mismo color que las paredes: liso y completamente blanco. No había ni un solo mueble, y el aire estaba cargado de un sofocador ambiente frío, como si el aire te cortase la respiración. Como si fuese una morgue.

Pero había algo más.

Tenía que haberlo. Lo sentía.

Caminé hasta el centro de la habitación y me coloqué bajo la bombilla simple que surgía del techo central. Traté de ver algo extraño, pero lo cierto es que todo parecía en perfecto estado. Si es que eso se podía llegar a considerar como perfecta. Me acerqué a las paredes y las palpé con los dedos. Fui dando golpes, en busca de sonidos diferentes, pero se notaba que la pared era puro ladrillo.

Las tres caras de la Luna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora