Cap 18 . Secretos de Estado

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La calle estaba alumbrada por las farolas bajo la luz de la Luna. Mis padres conversaban sobre los temas que pensaban tratar en la ceremonia, sobre quién iba a asistir y sobre otro temas en los cuáles hablaban en clave.

No entendía por qué lo hacían, ya que al día siguiente ellos creían que yo no recordaría esos puntos clave. Según ellos, podrían hablar de un crimen de alta seguridad ante mí y mi memoria sería borrada a la semana siguiente, dejando el solo recuerdo de una noche simplemente elegante y perfecta.

Mi padre recibió una llamada de teléfono y nos dejó solas en mitad de la calle mientras se dirigía a un callejón oscuro.

Ellos pensaban que yo veía un callejón perfecto. Tal vez no nos dejaban salir de casa a estas horas porque el engaño se esfumaba, pero no les importaba porque por la mañana todos tomaríamos nuestras pastillas, esas que yo me dedicaba a escupir todos los días desde que me enteré de la verdad.

Ambas nos quedamos ahí, quietas, observando la calle. ¿Debía actuar como una chica feliz? ¿O como una joven que acaba de ver por primera vez la calle por la noche?

Por lo visto debía actuar normal, ya que ella ni siquiera prestaba atención a mis expresiones, simplemente se dedicaba a observar la Luna.

La gran Luna.

Imperfecta, con hendiduras, color blanco roto y desproporcionada por los lados. Mi madre hizo una mueca. 

¿Por qué la miraba? Era evidente que ella no estaba en la simulación y que podía ver la realidad.

De pronto se escuchó un disparo en la calle por la que mi padre se había ido. Mi madre se giró alarmada y yo la imité.  Al ver mi sobresalto, me miró con el ceño fruncido, olvidando el disparo, como si no lo entendiese. Me tensé al instante. 

Oh mierda, mierda.

—¿Te estás tomando tus pastillas? Recuerda que es importante.

Posé mi mirada en sus ojos azules y sonreí, tratando de ocultar los nervios y la preocupación que ahora invadían mi cuerpo como una corriente fría de agua.

—Claro. No quiero enfermar.

Se quedo inmóvil unos segundos y finalmente su seriedad se convirtió en una sonrisa amable, provocando que mis músculos se relajasen de alivio porque no me hubiese descubierto. Debía tener más cuidado o moriría.

Recordé las palabras de Gabriel:

Un solo error y estás muerta.

Mi padre regresó de la oscuridad con una sonrisa, como si no hubiese pasado nada. Como si no se hubiese oído un disparo proveniente de la calle en que él se encontraba segundos antes. 

—Ya estamos listo. Venga, vayamos a la fiesta ya o llegaremos tarde.

En el camino continuamos sin encontrar a nadie. La calle estaba vacía y mis padres seguían conversando. Además, sentía una sensación de ahogo en mi interior, como si alguien me estuviese observando desde la oscuridad, como un monstruo preparado para atacar.

Aceleré el paso, tratando de no quedarme atrás. No quería estar sola en Marfil. Por mi mente rondaban varias preguntas.

 Lo que había escuchado era un disparo? ¿Quién había sido?, ¿mi padre u otra persona?

Era probable que el causante del disparo fuera mi padre, teniendo en cuenta que pertenecía al grupo principal de líderes de Marfil. Entonces era posible que él participara en las múltiples torturas y los asesinatos de los rebeldes.

Era probable que mi propia padre fuese un asesino.

Pero me negué a creerlo. No esa posible, simplemente no lo era.

Las tres caras de la Luna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora