Cap 13 . Buen intento

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Regresé a clase con el Sol golpeando mi rostro. Me había retirado la capucha para no levantar sospechas y ahora caminaba en completo silencio en dirección al instituto.

Aún no terminaba de procesar lo que acababa de leer. ¿Torturas? Cuándo Gabriel me dijo que todo lo que conocía era falso, pensé que se refería a otras cosas más suaves, no a eso. Recordé las imágenes que él me había enseñado y se me hizo un nudo en la garganta. Tenía muchas cosas que procesar, diría que demasiadas incluso. En primer lugar, mis padres habían intentado drogarme con unas pastillas por precaución por si había descubierto la verdad sobre nuestro estúpido mundo. Vaya, Gabriel me estaba pegando la costumbre de decir malas palabras.

Me olvidé de él y volví a centrar mi mente en lo importante. Mis propios padres, los que me habían criado y querido desde pequeña, me habían estado engañando toda mi vida negándome el derecho a una vida real.

Lo merecía. Merecía una vida real por cada engaño y mentira que me dijeron, por todas las veces que borraron mis recuerdos sustituyéndoles por momentos felices, por hurgar en mi mente.

Era una persona, al igual que ellos. ¿Qué derecho tenían a colarse en mi mente? Era su hija, sí, pero eso no tenía nada que ver. Independientemente de que por nuestras venas corriese la misma sangre, yo seguía siendo un ser humano, diferente a ellos. Todos éramos diferentes a nuestra perfecta manera.

Entonces me di cuenta y me replanteé si alguna vez había descubierto la verdad, si había logrado ver la verdadera cara del mundo y ellos me habían borrado los recuerdos. Me daba rabia admitir que era posible, que quizás mi yo del pasado, puede que con diez años, les escuchase hablar sobre sus trabajos secretos y ahora no lo recuerdo porque borraron mi mente. Es realmente horroroso que no me pueda ayudar ni a mí misma, solo porque ellos decidieron que era una buena idea hacerle eso a su propia hija, privándola de una vida libre y real.

Por lo visto todos teníamos borrada la memoria, excepto los líderes, por lo que era probable que Amelia y Christian también hubiesen descubierto algo. Aunque puede que ya hubiesen borrado sus recuerdos. Pensando en que quizás se les había olvidado tomar la pastilla, comencé a correr por la calle vacía, aprovechando que no había nadie.

Tenía una mínima esperanza de que recordasen algo de la noche anterior. Si las pastilla en verdad eran lo que nos drogaban, el efecto se renovaba cada dos días. Cuando llegué a la calle llena de gente paré de correr, formé una sonrisa en mi cara y comencé a caminar relajada. El instituto estaba abierto pero por supuesto nadie entraba hasta que timbre sonase.

Alcé la mirada y vi a mis amigos. Amelia y  Luke hablaban tranquilamente en los bancos bajo nuestro árbol y al verme voltearon sonrientes.

—¡Hola! —exclamé en un intento de sonar tranquila.

Ellos respondieron de igual manera y tras hablar sobre exámenes, Luke me miró con sus rizos rojos cayendo sobre su frente.

—Dinos, ¿qué has hecho estos días? —preguntó—. Parecía que nos ignorabas.

Mordí mi lengua en el interior de mi boca. Tenía que mentirles. No podía decirles: "Pues mira, primero he presenciado un asesinato delante de mis narices, tengo una conexión extraña con el asesino y pues he descubierto la verdad de nuestro mundo. ¿Sabíais que es mentira? ¿Ah no? Bueno da igual, ya os lo explico yo. Veréis, amigos míos, nos drogan y nos borran los recuerdos de nuestro propia mente, pero no tengáis miedo, si se enteran que lo sabéis cómo mucho os torturan hasta la muerte, no es gran cosa. Y también me han  metido en una mansión con tres locos asesinos y uno de ellos me ha intentado matar, así que sí, mi semana ha sido muy tranquila, nada del otro mundo ¿Y la vuestra?"

Las tres caras de la Luna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora