❦︎ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 13 ❦︎

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13. El guarda ciego


Diciembre 2017

Finalmente, para la una de la mañana llegaron a su destino. Casey sentía sus ojos pesados y su cuerpo adormilado, pidiéndole doce horas de sueño. Cuando los profesores avisaron que se podían bajar, los adolescentes fueron rápidos, apresurándose a tomar sus maletas y finalmente estirar sus piernas. Entre Casey y Marshall despertaron a Adalyn y la guiaron hacia abajo. La chica Tauro dio un enorme bostezo cuando sus pies tocaron la gravilla del suelo.

Casey inspeccionó sus alrededores. El campamento estaba conformado por una cabaña central de una sola planta, completamente de madera, techo a dos aguas, un porche con dos escalones y algunos helechos decorándolo. Había en el porche una única lámpara de pared en forma de farolillo que colgaba sobre un sillón. Aquella cabaña, descubriría Casey más tarde, era la cafetería, incluyendo en su interior cocina y comedor. El autobús se había detenido frente a ella, bajando a los estudiantes lo más cercano del porche posible.

—¿Cómo dormiremos todos ahí? –preguntó alguien, viendo lo pequeño de la cabaña para contener suficientes cuartos.

—Quizás es un cuarto común con muchas literas –respondió alguien.

El autobús arrancó detrás de ellos y Casey volteó la cabeza para verlo moverse en dirección al costado de la cabaña donde supuso que aparcaría, dejando libre un espacio de diez metros de tierra pisoteada entremezclada con gravilla y piedrecillas sueltas. Del otro lado una hilera de nueve cabañas diminutas e iluminadas cada una con un único foco. Los árboles rodeaban de forma casi inmediata los alrededores.

—Han tardado –dijo una voz, acompañada del quejido de una puerta de madera—, los esperaba para hace una hora…

—Perdónenos, tuvimos un incidente –dijo Eloise, avanzando hacia él—. ¿Es usted el guarda, supongo?

—El mismo –sonrió el hombre que salía de la cabaña principal. Parecía joven para ser el guarda del campamento, pero también parecía ser el único en todo el lugar así que debía ser él. Rondaría los treinta y tantos, con su cabello negro y su piel trigueña, su uniforme delataba su cargo y traía gafas oscuras. Casey se preguntó por qué las usaría si era de noche.

El hombre bajó los dos escalones del porche manteniendo su vista al frente, lo que ya era suficientemente extraño. Fue más extraño aun cuando pasó junto a los profesores sin mirarlos y se detuvo justo frente al grupo de estudiantes.

—Supongo que ustedes son los chicos del año del Dragón ahora, ¿no? –preguntó y no obtuvo respuesta sino una pregunta de Nasha, la misma que Casey se hacía en su cabeza.

—¿Por qué lleva gafas si es de noche? –susurró la chica con timidez, probablemente hablando hacia su amiga y no hacia él, pero todos pudieron oírla en el silencio de la noche. El guarda también la oyó y respirando hondo se subió las gafas y descubrió dos ojos nublados con un espesor blanquecino.

—Mi nombre es Darío Walker, de la casa Acuario, y seré el encargado de ustedes hasta el próximo lunes –anunció, seguramente sabiendo que todos se habían quedado de una pieza viendo sus ojos ciegos—. Estoy seguro de que quieren dormir, pero tengo indicaciones precisas sobre vuestra estadía aquí, si sois tan amables accederéis a acompañarme por un rato más y pronto terminaremos y yo también podré irme a descansar.













Veinte minutos después de su llegada nadie había podido ir a dormir aún. Casey se había sentado sobre su maleta, mirando incrédula el espectáculo que se ofrecía en el patio. Connor Duncan cayó sentado sobre su trasero a pocos metros de Casey, quejándose entre dientes. A la luz de una farola que ocupaba el punto medio del lugar, Darío Walker estaba de pie, con brazos cruzados y gesto aburrido.

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