❦︎ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 38 ❦︎

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38. Corre, corre, corre.

Marzo 2018

En el preciso instante que Cesare Dante se movió, sus manos llenándose de escarcha desde los codos hasta la punta de los dedos, el resto reaccionó como si de un baile sincronizado se tratara. Los adolescentes levantaron su guardia, el cuerpo de Jules se cubrió de llamas, los ojos de Janis se aguaron y luego todo su cuerpo cambió a estado acuoso, Juliana en medio de un salto se confundió con el viento, las manos de Marshall se endurecieron como piedras, las gemelas se tomaron de las manos y a sus lados se materializaron dos cuerpos de viento: un oso y un caballo.

Los contrarios no tardaron en responder y aquí y allá comenzaron los enfrentamientos. Pero, antes de que cada Signo se enfrentara a otro, antes de que la pelea que siempre les dijeron no tenía sentido comenzara, Cesare Dante atacó a su viejo mejor amigo. Con un movimiento de su mano abarcó alrededor y todas las gotas de lluvia que tocó se congelaron con su tacto y a la orden de su brazo se propulsaron hacia el traidor.

Gabriel Guillory no pareció sorprendido, reaccionó con rapidez, alzó su antebrazo y barrió el hielo con llamas que surgían de su piel. El Leo sonrió, si bien estaba en desventaja por la lluvia, todavía la tormenta no era tanta como para apagar su fuego. E incluso si arreciaba, podría defenderse. Cesare pareció descubrir sus pensamientos y soltó una risa que borró la sonrisa de Gabriel. No comprendió por qué hasta que unas manos femeninas le arrebataron la piedra negra de su agarre. 

Casey Everson había saltado en el momento justo, dando un empujón con su hombro al traidor y tomando la piedra en el instante que le duró la sorpresa. El corazón de la muchacha le latía en los oídos, apenas era consciente del ruido de otras batallas que comenzaron a gestarse por doquier, de los truenos cada vez más retumbantes, del viento moviendo las ramas. Sus pies resbalaron en la mezcla lodosa del suelo y en ese pequeño desliz Gabriel movió su mano envuelta en llamas hacia ella.

A la chica se le escapó un grito, pero una corriente de aire inesperado barrió el espacio, haciendo que la mano de Gabriel se moviera en otra dimensión y sus llamas parpadearan. Casey cayó al suelo, pero Joshua Jennings le tiró del brazo para ponerla en pie y meterle prisa. Al mismo tiempo Gabriel con una mueca enojada se lanzó por ella, pero una pared fina de hielo lo entretuvo y Casey oyó lejana la orden de Cesare.

—¡Corre lejos, Casey Everson! ¡Saca esa piedra de aquí!

La tormenta arreció, el cielo pareció descargar toda su furia y la tensión acumulada hasta entonces. Un enorme relámpago cayó cerca de allí, su retumbar despertó los sentidos de Casey, quitó la niebla de su cerebro. Apretó el cristal contra su pecho en un abrazo improvisado y obligó a sus piernas a moverse a través de la cortina de lluvia. Encontró obstáculos en todas partes, tuvo que hacer un giro arriesgado cuando por poco se tropieza con Marshall en medio de una pelea de puños con otro Virgo. Su mejor amigo le lanzó una mirada asustada, por una fracción de segundos Casey notó su rostro endurecido como piedra y lo oyó gritarle: corre.

La chica derrapó hacia la derecha y su mano tuvo contacto con el suelo, su pantalón y su chaqueta manchándose con el barro. Joshua se había adelantado en la carrera y Casey descubrió que él no podría volver a cubrirla pues ahora parecía estar en suficientes problemas con un Signo de Agua. La chica se detuvo por un instante, mirando alrededor a los diferentes enfrentamientos, hasta que encontró un espacio a través del cual podía correr. Se movió hacia adelante en el momento preciso que una bola de fuego pasó por donde ella había estado.

Por el rabillo del ojo encontró a Karina Kovalevskaya con una bola de fuego sobre una de sus manos enrojecidas. En la otra mano un mechero. Aries. Casey apretó el paso, agachándose cuando otro de aquellos proyectiles la siguió. La pelinegra corrió tras ella, moviéndose ágilmente y enviando pelotas llameantes en su dirección. La lluvia las obligaba a ser pequeñas, a concentrar su poder y no las dejaba viajar a más de cinco metros de su dueña, pero era suficiente para mantener a Casey apresurada.

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