52. Aquellos que descubrieron las mentiras.
Abril 1975
A Gabriel nunca le había llamado la atención Olivia, sin embargo, a los dieciséis años habían comenzado a verse a escondidas. Ella siempre fue una chica demasiado reservada para su gusto, demasiado sabelotodo, de esas que se sientan al frente del salón y siempre tienen la mano alzada ante cualquier pregunta del profesor. Era también, demasiado amable y dulce, pero a él siempre le daba la impresión de una niña asustadiza, frágil, incapaz de sobrevivir por sí misma. Olivia Moore nunca había tenido muchos amigos, hablaba con cualquiera, pero nadie era demasiado cercano a ellos. En su penúltimo año de instituto siempre andaba pegada a Karina Kovalevkaya, que era todo lo opuesto a su carácter: dura, seria y decidida. Era como si una pantera hubiera decidido adoptar un gatito.
Ninguno de los dos recordaba ya cómo o por qué, pero habían coincidido en sus ventanas y más de una noche habían conversado del insomnio, de la tarea, de una película aburrida que pasaron en la televisión. Habían vivido uno junto al otro por años, en edificios consecutivos, pero nunca habían tenido intensiones de hablarse más allá de aquellas charlas ocasionales. Una noche Olivia le invitó a su habitación para escuchar juntos un nuevo álbum de su banda favorita y Gabriel cruzó sin pensarlo dos veces. Había solo dos metros entre sus ventanas y, aunque ella lo miraba con temor, él logró cruzarlos sin problemas mayores. Así había empezado, una noche para oír música, luego para ayudarse con la tarea, más tarde para ver una película, para ayudarla a elegir la ropa que llevaría al otro día o simplemente para hablar.
E incluso entonces, cuando casi todas las noches el chico se encontraba en su habitación, Olivia Moore no le dirigía la palabra en la escuela y él tampoco se la dirigía a ella. Era como si solo existieran uno para el otro en las noches y de día no se conocieran. Así hubieran seguido, probablemente, si no hubiera sido por Daniel Hunter.
—Estoy enamorado –declaró un buen día su mejor amigo mientras estaban en la cafetería.
Gabriel había compartido una mirada hacia Cesare y ambos rompieron a reír, ganándose una mirada insultada del tercero en la mesa.
—Hablo en serio –insistió, solo consiguiendo que Cesare riera más fuerte mientras Gabriel bebía de su zumo—. No entiendo por qué te ríes.
—Porque cada mes dices estar enamorado de alguien diferente, tal vez –dijo el Leo y Cesare asintió hacia él—. Ah, y luego cuando finalmente logras conquistar a tu media naranja te aburres de ella a las dos semanas como mucho.
—Exactamente –Cesare movió su cabeza afirmativamente una y otra vez y señaló a Daniel con su manzana—. Pero no pongas esa cara, venga, cuéntanos quien es la afortunada futura señora Hunter esta vez. Venga, venga, con esa cara de pasa no te querrá nadie.
—Olivia Moore.
Cesare Dante se atragantó con su manzana y empezó a toser y reír mientras Gabriel le daba palmadas en la espalda. Daniel lo miró con mala cara.
—Estás jodiendo –dijo entre toses, frunciendo el ceño hacia él—. ¿Olivia Moore? ¿Ese angelito que no mataría una mosca?
—Mira quien viene a decirlo señor profundamente enamorado de Alicia Peralta que es incapaz de confesarse.
—De acuerdo, de acuerdo, no soy nadie para juzgar tus decisiones amorosas –aceptó Cesare—. ¿Tú no vas a decir nada? –lanzó una mirada al otro chico en la mesa y Gabriel solo lo miró sin expresión alguna. Se había quedado congelado desde que oyó el nombre de la chica.
—Es bastante mimada –murmuró y Daniel frunció el ceño.
—Eso es porque es la nieta del Jefe de la Comunidad.
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Hijos de Estrellas
Viễn tưởngCuando los enemigos del Zodiaco finalmente encuentren una forma de irrumpir la vida de los Signos de forma estrepitosa, serán los trece adolescentes del año del Dragón, el año de los Guardianes, los destinados a entregar sus vidas por la Comunidad...