❦︎ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 62 ❦︎

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62. Riesgos.


Marzo 2018

El fin de semana de Casey fue eterno. Marshall se presentó en su casa el sábado a primera hora y después de asegurarse de que ella estaba bien, incluso habían compartido un abrazo incómodo y corto, él le contó todo lo referido a su mejor amiga. El muchacho de Virgo puso especial interés cuando le contó el destrozo que había causado Adalyn en el antiguo edificio de los Lyov. Más, ella no había estado prestando atención a ese detalle, era más importante que su amiga había resultado herida y debía verla.

Consiguió que la señora O´Callaghan los colara en el hospital otra vez el domingo temprano en la mañana. La Capricornio apretó las manos en puños sobre su bolsa al ver las vendas que cubrían de arriba abajo los brazos de su amiga. Había una horrible sensación de culpa en su estómago, porque si ella hubiera vuelto cuando encontró su casa, Adalyn y los otros dos nunca hubieran ido en su culpa. Su mejor amiga la conocía tan bien que aparentemente pudo intuirlo y la atrajo a un abrazo largo donde le aseguró que estaba bien y que posiblemente ese mismo día le dieran de alta y al día siguiente podría conducir para llevarla a la escuela.

Sin embargo, cuando la dejó Casey tenía una sensación amarga en el estómago. Adalyn le sonreía desde su paz inocente, asegurándole que a la mañana siguiente ella la llevaría a la escuela, y ella se obligó a seguirle la corriente. 

No tenía deseo alguno de intentar volver a su rutina. Mientras regresaba a casa, viendo a través de la ventanilla del auto de Marshall, como el paisaje de la ciudad se transformaba, se sentía una persona diferente. No era la misma chica que había vivido allí hacía unos meses, no le importaban las mismas cosas, sus preocupaciones iban más allá de sí misma. Le hubiera agradado volver a la normalidad, a Adalyn recogiéndola todos los días, a las magdalenas y los regaños por ser gruñona. Sonrió pensando en cuánto extrañaba todas las cosas estúpidas, como el mismo menú en el almuerzo, quejarse de las clases y que Adalyn la obligase a ir a pijamadas con las otras chicas. 

Sentía como si hubiera sido una persona totalmente diferente quién hizo esas cosas y estaba tan ensimismada en su burbuja que no notó cuando Marshall aparcó el auto frente a su casa. Estuvieron al menos dos minutos en completo silencio, mientras ella perdía su mirada en el pálido cielo azul de primavera y la yerba fresca de rocío en su jardín. 

—¿Me vas a decir la verdad? 

Casey pestañeó con lentitud y confusión, volteando la cabeza para verlo. Marshall tenía unos bonitos ojos oscuros a juego con su cabello y su piel morena. Ahora, esos orbes cafés estaban fijos en ella, con la intensidad que era propia del muchacho. 

—¿La verdad? –masculló, confusa.

—La verdad sobre lo que pasó en el mundo humano –dijo, volteándose todo lo que el cinturón de seguridad le permitía—. No soy estúpido, Casey, y como tu amigo esperaba que confiaras en mí.

La chica apartó la vista hacia abajo, jugando nerviosamente con sus dedos. Confiaba en Marshall, pero sabía que el muchacho deseó ser parte de los Signos de Seguridad desde antes de saber leer y aquello la ponía en una encrucijada. Era su mejor amigo, sí, pero no sabía si Marshall podría priorizar la amistad por encima de su lealtad. 

—¿Seguro que quieres saber? –murmuró, viéndolo con seriedad y él apretó los labios.

—Después de lo que le pasó a Adalyn, sí, claro que quiero saber.

Con eso le bastaba, porque no estaba segura de que la amistad por ella valiera más que su lealtad al Zodiaco; pero su amor por la Tauro tenía mucho más peso que cualquier cosa, Casey lo sabía de sobra. Entonces, le contó, lo más resumidamente que pudo, todo lo que había pasado en el mundo humano. Él no la interrumpió, solo la miraba con seriedad, esperando que terminara de contar. En algún punto Casey sintió lágrimas en su garganta, pero la espantó, porque no le gustaba que la vieran llorar y odiaba haber llorado tanto en los últimos días. Como Marshall no la detuvo y Casey se sintió segura por un instante, en aquel auto aislado, le contó incluso lo que le había dicho Daniel cuando llegó de regreso.

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