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Harry.

Un insoportable dolor de cabeza provocó que abriera los ojos, gruñí suavemente

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Un insoportable dolor de cabeza provocó que abriera los ojos, gruñí suavemente. Mientras me reincorporaba un poco, las imágenes de la noche anterior se plasmaron en mi cabeza, e inmediatamente una sonrisa se formó en mis labios, me giré y me encontré con el rostro más hermoso para mis ojos, el de Lessa. Dormía profundamente.

¿Cómo es que podía lucir tan malditamente perfecta sin si quiera intentarlo? 

Algunos cabellos castaños caían por su rostro que las ganas de elevar mi mano y acariciarlo no tardaron en hacerse presentes, pero de inmediato las intercepté ya que eso no sería bueno, no si no quería ganarme un buen golpe en las bolas.
Lessa tenía una forma de ser tan... única, era una chica especial. Por fuera siempre con esa actitud dura, fría, no lo sé, como si de esa forma protegiera su verdadero yo. Quería conocerla, conocerla de verdad, saber, ¿por qué era así? ¿Por qué esa actitud? ¿Esas acciones? ¿Qué era lo que ocultaba?

Su ceño comenzó a fruncirse como señal de que se estaba despertando, aparté la mirada de su rostro y me dediqué a ver un punto fijo en el techo.

— Hola.— Susurró con la típica voz ronca, mañanera.

— Hola.— La miré.— ¿Cómo dormiste?

— Bien, tengo sueño.— Tomó la cobija para acurrucarse más en la cama. Sonreí.

— Duerme.— Ella cerró sus ojos y yo salí de la cama, me dirigí a mi closet donde tomé unos pants negros y me los puse. Salí de la habitación, bajo las escaleras y camino al baño de abajo. Ahí estaban algunas pastillas para el dolor de cabeza.

— Buenas tardes dormilón, ¿me puedes explicar porque hay una chica en tu habitación?— me dice mi madre cuando me la encuentro en la cocina.— Conoces la regla.

Si que la conozco. Jamás traigo chicas aquí, porque mis padres dicen que Dom al ser pequeño pregunta por todo y que tampoco le doy un buen ejemplo. Bla, bla, bla. De igual forma no me parece cómodo traer a las chicas aquí, no tendría sexo con ellas con mis padres en casa.


— Lo sé.— me giré después de dejar el vaso de agua en el fregadero.

— ¿Pero qué te pasó?— Se apresuró mirándome detenidamente el rostro.

— Una pelea sin importancia, estoy bien, tranquila.— Puse su mano en mi hombro.— Un idiota que se quiso pasar de listo con Lessa.

Ella sonrió grande.

— ¿Están saliendo? ¿Te gusta? ¡Ustedes dos hacen una hermosa pareja!— Chilló con emoción.

— No, no estamos saliendo mamá.

— Pero lo harán.— Afirma.— Ya verás.

— Lo que digas mamá.— Tomé dos tazas para prepararnos a Lessa y a mí un café.

Let me | h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora