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Alessa

A la mañana siguiente desperté debido a la alarma que sonaba de mi celular, el vuelo salía a las 10:30 de la mañana, mi padre se había encargado de decírmelo desde el otro lado de la puerta ya que no había salido de mi habitación

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A la mañana siguiente desperté debido a la alarma que sonaba de mi celular, el vuelo salía a las 10:30 de la mañana, mi padre se había encargado de decírmelo desde el otro lado de la puerta ya que no había salido de mi habitación. Ni siquiera para comer y eso si que había sido un gran sacrificio.

— Aquí vamos.— Suspiré, me levanté de mi cómoda y caliente cama, odiaba esto, odiaba tener que irme y odiaba levantarme temprano.

Me di un baño rápido antes de que mi padre comenzara apurarme, mi outfit de aeropuerto consistía en un conjunto de pants y hoodie, de un color nude. Algo simple, no era muy amante de vestirme bien, aunque ¿quien se va en tacones, vestidos y maquillada al aeropuerto?. Nadie, excepto mi madre. Cierto. Bueno yo no. Al quitarme la camisa de Ed la metí en una de las maletas, no llevaba muchas cosas de artículos, tan solo algunas fotografías con mis dos amigos, Florence, el abuelo y papá.

Me calcé mis tenis blancos y finalmente tomé mis cosas para bajar a la primera planta.

— Mi niña Alessa, te vamos a extrañar.— Florence me abrazó, ella fue mi niñera desde bebé cuando mi madre se fue, se podría decir que en realidad ella fue la que me crió. Ella hizo el papel que Rose no pudo hacer en todos estos años.

— Yo también Florence, espero poder venir al menos a visitarlos, a menos que me lo impidan y eso también sea parte del castigo.

— No digas bobadas.— comenta mi padre bajando mis maletas con ayuda de Caleb.— Vámonos, no quiero que pierdas el vuelo.

Puse los ojos en blanco, claro él lo que quería era que no estuviera ni un minuto más aquí. Florence me miró triste mientras volvía a abrazarme.

— Cuídate mucho cariño, no olvides llamarme si esa mujer te trata mal.— Reí sin ganas, se refería a mi madre, a ella nunca le había caído bien. Decía que siempre le dio mala espina. Y en efecto tenía razón, Florence no se equivoca con las personas. Recuerdo cuando me dijo que Jason no le daba mucha confianza y terminó teniendo razón.

— Te quiero Florence.— besé su mejilla. Me giré para tomar el estuche de mi guitarra, lo colgué en mis hombros y salí de mi casa. Me gustaba tocar la guitarra y cantar, nadie nunca me había escuchado solo Florence, Papá, Jess, el abuelo y obviamente Ed. Éste último amaba que le cantase, decía que mi voz lo relajaba y lo hacía sentir bien, en especial cuando tocaba el piano, en fin solo lo hacía cuando necesitaba relajarme, eso quiere decir que todo el tiempo. Incluso había escrito unas canciones, nada importante. Era como un hobbie.

El camino no fue muy largo, aunque se hizo eterno cuando lo único que se escuchaba en el auto era la canción en la radio, la conocía era de Jason Aldean, uno de mis artistas favoritos.

— Esta es la dirección de tu madre.— Me pasó un papel, cuando estaba ya cerca de la puerta de abordar.

— Vaya, no me sorprende que ni siquiera se preocupe por ir a recogerme.— Solté con ironía. La odiaba tanto. Lo miré.— ¿En serio me estás haciendo esto?

Let me | h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora