Yᴏᴜɴɢ ᴀɴᴅ Bᴇᴀᴜᴛɪғᴜʟ // Kᴏᴏᴋᴍɪɴ

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- ¿Algo que quieras comentar?

Ladeó su cabeza después de escucharla, su cabello rosa moviéndose sutilmente ante el movimiento. Alzó la mirada desde sus manos hacia las paredes, no prestándole atención a los mínimos cuadros que adornaban la misma sino que simplemente recorrió el lugar con sus ojos. Podía escuchar la ventisca cálida provenir de la ventilación, el incesante sonido de las agujas del reloj anunciando que el tiempo avanzaba, no se detenía por nada, no se atrasaba por nada, y si agudizaba aún más su audición, podía escuchar voces fuera, en el pasillo que se encontraba del otro lado de la habitación.

- Aún si piensas que es insignificante, puedes mencionarlo, lo sabes.

Sus ojos se posaron en el rostro de la mujer, observando las arrugas en el mismo, las pequeñas ojeras debajo de sus ojos que sabía había intentado disimular con algunas capas de maquillaje, si prestaba atención podía ver también los restos de café en las comisuras de sus labios, el carmín bañando sus belfos de una manera que podía considerar grotesca. Pero él sabía por qué lo hacía. Quería hacerse notar. Quería resaltar. Él conocía muy bien aquel sentimiento, aunque había veces en las que deseaba totalmente lo opuesto. Que lo miraran a los ojos, que notaran que estaba allí, pero que también lo ignoraran lo suficiente hasta el punto de llegar a plantearse la idea de que su existencia era meramente una ilusión. Una mentira. Un error.

Vio sus labios abrirse para soltar un suspiro antes de fruncirlos en una línea recta y volver a hablar- ¿Algo que te haya ocurrido desde la última cita?- finalmente obtuvo que su mirada se posara en sus ojos, encogiéndose internamente al observar aquella frieldad en los mismos- Vamos. Estoy segura de que hay algo de lo que quieras hablar.

- No lo creo- se escuchó el murmuro de su aguda voz al pronunciar la negativa- Nada nuevo.

Y él sabía que ella sabía que estaba mintiendo. Pero simplemente las cosas que habían sucedido no podían ser dichas. No sin ganarse una reprimienda en el transcurso, un sermón que sólo consistiría en hacerlo sentir mal hacia su persona, aunque aquello no sea la intención de la mujer.

Honestamente, ¿qué quería escuchar de él? No es como si fuera a ayudarlo, no realmente. Porque la medicación no parecía hacer efecto en él por más que lo hayan intentado. Y vaya que lo habían hecho. No podía recordar con precisión las veces que habían cambiado de medicamento porque no hallaban buenos resultados, pero el hecho de que alguien de su edad supiera tantos nombres de diferentes pildoras y sus efectos no podía ser considerado algo bueno.

- Sé tanto como tú cuán difícil puede resultarte estas sesiones- y él quería decirle que no, no lo sabía. Nadie lo hacía- Pero es menester entender cuánto podrían ayudarte a resolver lo que sucede contigo si te abrieras más conmigo- pasó un segundo antes de que volviera a hablar- Con tus padres. Con tus hermanos- dijo, en un intento por hacerle cambiar de opinión con respecto a sus silencios.

Funcionó. Aunque no de la manera que esperaba. Algo en el interior del menor se inquietó, se removió ante la idea de que aquello, del hecho de que su familia se preocupara por él, se tomara las molestias de enviarlo a sesiones de terapia, pagaran por sus medicamentos, velaran por su bienestar, debería hacer algo en él. Debería importarle. No lo hacía.

- Tal vez la próxima sesión- murmuró la doctora en un tono decepcionante. Él la miró con curiosidad. ¿Estaba decepcionado de él, porque pensó inútilmente que esta vez sería diferente a las anteriores? ¿Estaba decepcionada de ella misma, de sus habilidades como psicóloga? No tenía sentido. Él no era nada más que otro paciente. Uno del montón. En cuento cruzara la puerta, la mujer se olvidaría de él, retomaría lo que sea que estaba haciendo antes de que llegara, o se enfocaría en organizar su agenda para el resto de sus pacientes. Él no era especial. No era diferente a cada persona que tomaba el mismo lugar en donde ahora estaba sentado.