capitulo 5 parte 1

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Mientras bajaban en el ascensor _______ miraba con envidia el lujoso abrigo de piel de Harry . Lo hacía parecer oscuro y misterioso, como un espía. Y era lo que ella quería, en cuanto pudiese permitírselo. Se acabaron las ropas sencillas. Sería una mujer elegante, enigmática y peligrosa.

Pero lo primero había sido la cama, y esperaba no haberse excedido.

-En serio, Harry , quiero que me digas lo que piensas de la cama. Si crees que las sábanas son escandalosas, las cambiaré por otras que no griten « ¡sexo!». Tal vez sea demasiado obvio.

Él se aclaró la garganta y ella notó que lo había hecho varias veces,

-No estarás pillando un resfriado, ¿verdad? Porque no quiero obligarte a salir si no te encuentras bien.

-Me encuentro muy bien -le aseguró él-. ¿Por qué crees que estoy enfermo?

-Bueno, estás muy callado, y no haces más que toser y aclararte la garganta. Hasta me ha parecido notar que tienes la voz un poco rasposa. Deja que te toque la frente.

Él se apartó para evitar que lo tocara.

-No tengo fiebre.

-Pues no me lo creo. No te muevas -intentó ponerle la mano en la frente y él siguió resistiéndose- .A Mich  y a Lou  no les gustaría que te sacara a la calle si estás enfermo.

Finalmente, él la agarró por las muñecas. -No estoy enfermo, ¿de acuerdo?

Oooh... A ella le encantaba que un hombre se hiciera dueño de la situación. Era tan sexy, y sus manos eran tan fuertes... Igual que las de los granjeros con los que había crecido. Pero seguro que él no era tan torpe como ellos.

-¿Si te sintieras mal me lo dirías?

-Sí, te lo diría -dejó escapar un breve suspiro y la soltó.

Ella lamentó perder el contacto. Aquel tacto le había hecho desear más. Un hombre como Harry  sabía cómo acariciar a una mujer. Tembló solo de pensarlo.

-¿Tienes frío? -le preguntó él-. ¡Santo Dios! No has traído ningún abrigo. No me explico cómo no me he dado cuenta -el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, pero él volvió a pulsar el botón del cuarto piso-. Tenemos que subir por tu abrigo. Ahí fuera hace frío.

-No quiero mi abrigo -pulsó el botón de bajada, pero era demasiado tarde.

-¿Cómo que no lo quieres? No puedes salir sin nada.

Ella puso una mueca de exasperación.

-He venido a Nueva York para huir de los consejos paternales. Soy mayor de edad y saldré sin un abrigo si me da la gana -se había probado la chaqueta, pero, tal y como se temía, le daba un aspecto horrible.

-No puedes hablar en serio -dijo él-. ¡No llevas casi nada! Mírame a mí; voy con calcetines, camisa, chaqueta y un abrigo. Y tú solo vas con medias de nylon, una minifalda y un jersey fino.

soltera en new york h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora