capitulo 11 parte 2

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Se acercó a la mesa y regresó con la botella de cerveza. Se vertió unas gotas en una mano, y tras dejar la botella en el suelo se frotó las palmas. Entonces empezó a acariciarle los pechos, masajeándolos y amoldándolos hasta que la piel adquirió la humedad y el olor a cebada. _______, nunca se había percatado de lo sexy que podía ser el olor a cerveza.

-Y ahora te limpiaré con la lengua -le pasó la lengua en círculos alrededor de los pezones, evitando tocarlos porque sabía que era lo que ella más deseaba.

_______ se estremeció cuando otro orgasmo empezó a carecer en su interior. Cerró los ojos y concentró todas sus energías en la milagrosa dureza de su cuerpo.

Pero él retiró la boca, y ella gimió de frustración. Entonces pasó al seno derecho y de nuevo empezó la escalada de placer. Estaba cerca, muy cerca, pero necesitaba el pleno contacto para llegar.

Soltó una mano de la reja y se la llevó a la entrepierna, pero él la agarró por la muñeca.

-No te sueltes hasta que me haya saciado con tus pechos -le advirtió con voz severa y ella lo miró con suplica-. Lo haré a mi manera.

-Sí, señor.

-A mi manera -repitió. Se llevó el pecho a la boca al tiempo que con la mano le acariciaba la entrepierna. Ella se apretó contra la presión de los dedos, empapando sus braguitas por completo.

Entonces él le buscó la boca con la suya, mientras la agarraba por las muñecas y se las sujetaba a la espalda.

Ella se apoyó contra su pecho y sujetó el miembro entre sus muslos. Movió un poco las caderas mientras se perdía en el exquisito beso con sabor a cerveza.

-Ponte a gatas -le ordenó él cuando se retiró para Tomar aire-. De espaldas a mí.

Una nueva oleada de pasión la sacudió mientras se giraba Aquel hombre era todo un experto.

-Ahora baja el trasero hasta que yo te diga.

Ella nunca se había sentido tan deliciosamente vulnerable.

-Más... No, para -la punta de su miembro le rozó las nalgas-. Más alto... Ahí. Quédate así -la voz le tembló un poco, pero mantenía el tono arrogante que tanto la excitaba. En la vida mal no le hubiera permitido a ningún hombre que le hablara así, pero en sus fantasías era muy sexy.

Él tiró las almohadas al suelo y descubrió el paquete de preservativos. Rasgó un envoltorio y se enfundó con el látex.

-Y ahora ábrete para mí -le ordenó.

-Sí, señor...

-Estás aquí para servirme -apartó de su camino el fino obstáculo de encaje.

-Sí, señor -ella cerró los ojos extasiada mientras él se disponía a penetrarla.

-Y Tomaré lo que quiera. Soy yo quien controla tu placer -con un suave movimiento se introdujo en su húmedo interior.

-Oh, sí... -el miembro alcanzó su punto G como si fuera un misil teledirigido.

-¿Sí qué? -se retiró y volvió a empujar con más fuerza.

-¡Sí, señor!

-Eso es -le agarró las caderas y soltó un gemido mientras empezaba a seguir un ritmo constante- Mucho mejor. Mucho... mejor.

Ella no podía hablar. Estaba nadando en un mar de indescriptible placer. Su posición era perfecta, y cada embestida era una sensación milagrosa.

Todo lo controlaba él. Ella solo podía permanecer inmóvil, agarrando la sábana, y permitirle que le concediera otro orgasmo.

Él aceleró el ritmo y ella ahogó un grito al sentir la inminencia del clímax. Estaba llegando, los movimientos se hicieron más frenéticos, los sudorosos muslos se presionaron contra su trasero. Ya... ¡Sí! El mundo explotó en un torbellino de luz, color e increíbles sensaciones. Un fuerte gemido de gratitud se le escapó al tiempo que gritaba y llegaba al trémulo fondo de las profundidades.

soltera en new york h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora