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Editado.

Alissa se apresuró al correr por el pasillo, sujetando con fuerza su mochila al torcer hacia las escaleras, y bajó los escalones de dos en dos, intentando no resbalar

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Alissa se apresuró al correr por el pasillo, sujetando con fuerza su mochila al torcer hacia las escaleras, y bajó los escalones de dos en dos, intentando no resbalar. Al llegar al segundo piso derrapó en algo similar a líquido fétido y lucho por mantener el equilibrio, aumentando por consecuente  la velocidad y teniendo que frenar de golpe para no chocar contra la pared del final del pasillo. Jadeó, más adelante estaban las escaleras de mármol, y ya alcanzaba a ver a varios alumnos bajando por ellas. 

— ¡Ali! — Saludó una voz a su espalda. — ¿Viste la cara de Umbridge al ver el pantano? — Preguntó Taehyung, sonriente, apareciendo con Jungkook a su lado.  
— Dioses, me habría encantado tomarle una foto. — Admitió este último, apartándose el cabello del rostro. Se lo había dejado crecer, pronto tendría que utilizar una coleta para controlarlo. 
— ¿Quien tendría una fotografía de esa mujer? — Se burló Alissa, avanzando a trote hacia la escalera de marmol. Ambos chicos la siguieron.
— Ah, te sorprendería. — Admitió Taehyung, y luego señaló a su amigo con el pulgar. — Tiene toda una colección, deberías verla.
— ¡Eh! — Se quejó Jungkook al escuchar las risas de la rubia. — Fotografié todos sus fracasos desde que llegó al colegio, esa colección vale oro. — Explicó, y Alissa pudo sentir la emoción en su voz. — Además, no entiendo de qué te quejas. ¡Tu la dibujas! — Exclamó ahora mirando a Taehyung.
— Dioses, suena peor de lo que es. — Admitió él haciendo una mueca de asco. 

En ese momento llegaron hasta las escaleras, y Alissa se sorprendió; todo el colegio se había reunido allí, cómo cuando la profesora Trelawney había sido despedida. Los estudiantes estaban de pie formando un gran corro a lo largo de las paredes, y entre los curiosos destacaba la brigada inquisitorial, a quienes Alissa habría estado encantada de enviar a nadar al pantano del pasillo. También estaba Peeves, que cabeceaba suspendido en el aire. Además de alumnos había profesores y fantasmas, y todos miraban al centro; a los gemelos. 

Ambos pelirrojos idénticos estaban sentados en el suelo en medio del vestíbulo y era evidente que acababan de atraparlos. 

— ¡Muy bien! — Gritó triunfante Umbridge, a quien Alissa ubicó en el medio de las escaleras. Unos escalones por sobre ella estaba Harry, y la rubia le acercó en silencio, tocando su hombro para no espantarlo. — ¿Les parece muy gracioso convertir un pasillo del colegio en un pantano?
— ¿Cómo te fue con Sirius? — Preguntó Alissa en un susurro, mirando con asco a la directora. 
— Bien... — Murmuró Harry, sin muchas ganas de hablar del tema. — ¿En serio convirtieron un pasillo en un pantano?
— Ya lo verás, es increíble. — Asintió ella emocionada. 

En ese momento pasó a su lado un muy emocionado Filch, y a Alissa la recorrió un escalofrío. Llevaba un papel en sus manos, y parecía que tropezaría por la velocidad con la que bajaba los escalones, cuando llegó junto Umbridge. 

— Ya tengo el permiso, señora... — Anunció con voz ronca mientras sonreía. — Tengo el permiso y las fustas preparadas. Déjeme hacerlo ahora, por favor...  
— Muy bien, Argus. — Repuso ella. — Ustedes dos... — Continuó, sin dejar de mirar a los gemelos. —...van a saber lo que les pasa a los alborotadores en mi colegio. 
— ¿Sabe? — Replicó Fred. — Yo creo que no. — Miró a su hermano y añadió: — Creo que ya estamos mayorcitos para estar internos en un colegio, George. 
— Si, yo también tengo esa impresión. — Concedió George con tranquilidad.
— Ya va siendo hora de que pongamos a prueba nuestro talento en el mundo real, ¿no? — Preguntó Fred.
— Desde luego. — Contestó George. 

Y antes de que la profesora Umbridge pudiera hacer o decir algo, los gemelos levantaron las varitas y gritaron:

— ¡Accio escobas! 

Se oyó un fuerte estrépito a lo lejos, Alissa miró hacia la izquierda y apenas tuvo tiempo de agacharse. Las escobas de los hermanos, una de las cuales aún arrastraba la cadena y la pesada barra de hierro con la que la directora las había atado a la pared, volaban a toda velocidad por el pasillo. Doblaron hacia la izquierda, bajaron las escaleras en un suspiro y se detuvieron en seco frente a sus dueños. 
El ruido que hizo la cadena al chocar contra las lozas piedra del vestíbulo hizo sonreír a Alissa. 

— Hasta nunca. — Dijo Fred al tiempo que pasaba una pierna por sobre su escoba. 
— Si, no se moleste en enviarnos ninguna postal. — Agregó George, quien también se montó en su escoba. 
Fred observó a los estudiantes que se habían congregado en el vestíbulo, que los observaban atentos y en silencio. 
— Si a alguien le interesa comprar un pantano portatil cómo el que vieron arriba, los encontrarán en Sortilegios Weasley, en el número noventa y tres del Callejón Diagón. —  Dijo en voz alta.
— Haremos descuentos especiales a los estudiantes que se comprometan en utilizar nuestros productos para deshacerse de esa vieja bruja. — Agregó George, señalando a Umbridge, quien estaba roja de rabia. 
— ¡DETÉNGANLOS!  — Gritó la mujer, pero ya era demasiado tarde.

Cuando la Brigada Inquisitorial comenzó a cercarlos, Fred y George dieron una pisotón en el suelo y se elevaron más de cuatro metros, mientras la barra de hierro oscilaba peligrosamente un poco más abajo. Fred giró hacia Peeves, quien cabeceaba suspendido en el aire en el otro lado del vestíbulo.

— Hazle la vida imposible por nosotros, Peeves. 

Y el poltergeist, a quien ningún alumno había visto aceptar nunca una orden, se quitó el sombrero con cascabeles y realizó una ostentosa reverencia al tiempo que los gemelos daban una vuelta por el vestíbulo en medio de un sonoro aplauso de parte de los estudiantes y salían volando por las puertas abiertas hacia una espléndida puesta de sol. 

Mundos Mezclados (PJ + HP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora