Carla Rosón miró a su padre por encima de las anotaciones contables. A su lado estaba Beatriz, su madre. La muchacha no sentía miedo alguno de aquel hombre, pese a todo lo que él había hecho, de año en año, para atemorizarla.
Le vio los ojos enrojecidos, rodeados de grandes ojeras. Ella sabía que aquel rostro desolado se debía al dolor de haber perdido a sus amados hijos varones: dos hombres ignorantes y crueles, réplicas exactas del padre.
Carla estudió a Teodoro Rosón con una vaga curiosidad. Normalmente no dedicaba tiempo alguno a su única hija. De nada le servían las mujeres desde que, tras la muerte de su primera esposa, la segunda, una mujer asustadiza, no le había dado más que una hembra.
-¿Qué quieres?–Preguntó ella con calma.
Teo miró a su hija como si la viera por primera vez. En realidad, la muchacha había pasado casi toda su vida escondida, sepultada con su madre en habitaciones aparte, entre libros y registros de contabilidad. Notó con satisfacción que se parecía a Beatriz a la misma edad. El pelo era de un fuerte tono rubio. La frente, amplia y enérgica, al igual que el mentón; la nariz, recta; la boca, generosa.
'Sí, servirá', se dijo. Esa belleza se podía aprovechar con ventaja.
-Eres lo único que me queda –dijo con voz cargada de disgusto– Te casarás y me darás nietos.
Carla clavó la vista en él, espantada. Desde un principio, Beatriz la había educado para el convento. No se trataba de una piadosa instrucción de plegarias y cánticos, sino de enseñanzas muy prácticas, que le permitirían desempeñar la única carrera posible para una mujer de la nobleza.
Podría llegar a abadesa antes de los treinta años. Las abadesas se diferenciaban tanto de la mujer vulgar como el rey de un siervo; mandaban sobre tierras, propiedades, aldeas y caballeros; compraban y vendían según su propio criterio; hombres y mujeres las consultaban por igual, buscando su sabiduría. Las abadesas daban órdenes y no estaban a las de nadie.
Carla sabía llevar los libros de grandes propiedades, dictar sentencias justas en caso de disputas y calcular el trigo necesario para alimentar a determinada cantidad de personas. Sabía leer y escribir, organizar la recepción de un rey y dirigir un hospital: todo cuanto necesitaba le había sido enseñado. Y ahora se esperaba de ella que dejara todo eso para convertirse en la sierva de un hombre cualquiera.
-No lo haré.
La voz era serena, pero esas pocas palabras no habrían resonado más si se las hubiera gritado desde el tejado. Por un momento, Teodoro Rosón quedó desconcertado. Ninguna mujer lo había desafiado nunca con tanta firmeza. En verdad, de no haber sabido que se trataba de una muchacha, habría confundido su expresión con la de un hombre.
Cuando se recobró de la sorpresa, abofeteó a Carla, arrojándola al otro extremo del pequeño cuarto. Aún tendida en el suelo, con un hilo de sangre corriéndole desde la comisura de la boca, ella lo miró sin rastro de miedo en los ojos; sólo había en ellos disgusto y una pizca de odio. Él contuvo la respiración por un instante; en cierto modo, aquella muchacha casi lo asustaba.
Beatriz se lanzó hacia su hija sin pérdida de tiempo. Agazapada junto a ella, extrajo de entre sus ropas una daga de mesa. Ante aquella escena primitiva Teo olvidó su momentáneo nerviosismo. Su esposa era de esas mujeres a las que él conocía bien. Pese a la apariencia externa de animal furioso, en el fondo de los ojos se le veía la debilidad. En cuestión de segundos la aferró por el brazo y el cuchillo voló al otro lado de la habitación. Sonriendo ante su hija, sujetó el antebrazo de la mujer entre sus poderosas manos y rompió el hueso como si fuera una ramita.
Beatriz se derrumbó a sus pies sin decir una palabra. Teo miró a su hija, que seguía tendida en el suelo, sin poder comprender aquella brutalidad.
-¿Y ahora, qué respondes, muchacha? ¿Te casarás o no? –Carla hizo una breve señal de asentimiento y acudió en ayuda de su madre inconsciente.
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Les traigo el prólogo de una nueva historia. Es de mis favoritas y por eso la he querido adaptar a Carmuel. Espero que la disfruten mucho.
Agradecimiento especial a _itzxer__ que me ayudó con la foto de Ester y a mi amiga Ale @nlnAVimE por haber buscado conmigo fotos de Itzan y marcado la portada.
Ya mismo publico el cap 1.
Besos🖤
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La Fuerza del Amor (Adaptada)
Historical FictionToda Inglaterra se regocijó con la boda de ambos, pero Carla Rosón juró que su esposo sólo la tendría por la fuerza. Ante el florido altar, el primer contacto entre ambos encendió en ellos una pasión ardiente. Samuel García miró al fondo de aquellos...