Capitulo 3

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Después de media hora caminando, el sudor tenía mi cara empapada. Mi pelo rojizo parecía fuego debido a los fuertes rayos de sol. Estaba todo despeinado de las tantas veces que me había pasado la mano por la cabeza, al parecer mi compañero estaba peor que yo. Con la diferencia de que su cara parecía irritada. Continuamos caminando y unos minutos después comenzamos a ver lo que parecían ser torres de algunas chimeneas.
—Al fin, ya estamos llegando a nuestro destino—. Dije a mi compañero tratando de cambiar su estado de ánimo.
—La puta que te parió Soo. Si esas chimeneas son la mansión pues que me parta un rayo. La próxima vez vengo en mi auto.

Eso era lo que más me gustaba de mi amigo; su boca sin filtros a la hora de hablar. Era sincero y no tenía miedo de decir lo que sentía. Pero al parecer Xiumin se equivocaba y sí era la mansión porque unos pasos más adelante comenzamos a ver la silueta de lo que parecía ser una inmensa mansión victoriana.

Diez minutos más tarde estábamos en la puerta principal de la inmensa casona donde un señor medio calvo y entrado en los sesenta nos recibió. Nos invitó a pasar y mientras caminábamos por el interior del inmenso inmueble no podía evitar mirar el derroche de lujos que había allí. Los techos estaban revestidos de unos bordes dorados que podía jurar que eran puro oro.
Mientras continuábamos nuestro recorrido pude observar búcaros que parecían haber pertenecido a la dinastía Song de China. Además, había unas pinturas de Van Gogh junto a lo que parecía ser un Rembrandt puestos en una pared. Podría jurar que eran réplicas, pero mi conocimiento del arte me decía que no. Aquellas eran pinturas puramente verdaderas valoradas en más de 25 millones de euros cada una.

El carraspeo de la garganta del señor me sacó de mis pensamientos. —El señor Jongin estará aquí en un momento para la entrevista.
—¿Cómo? —. Pregunté un poco nervioso. —¿La señorita Huangdao no será quien nos entreviste?
—No—. Respondió el hombre con un ligero tono de amabilidad. —La señorita Huangdao tuvo problemas personales y pidió permiso para ausentarse unas semanas. Por lo tanto, será el señor en persona quien los atenderá, aunque será uno a la vez.
—Creo que deberías ir tú primero. La experiencia impera—. Me dice mi amigo al oído.
Le miré a la cara y vi una enorme sonrisa. Sé que lo hacía para esconder sus nervios, pero como soy un buen amigo le seguí la corriente y caminé hacia la puerta que me indicó el señor.

Una vez dentro de aquel lugar me sentí observado lo que provocó que un liguero escalofrío subiera desde mis tobillos hasta mi nuca. La habitación me parecía sombría, sin muchos adornos y nada de modernidad. Solo una pequeña lámpara, una silla y un espejo habitaban en aquella recámara.

La situación no era nada de lo que me había imaginado, lo que provocó que el miedo se aprovechara de mí. Mis nervios comenzaron a aflorar sobre mi piel y no sabía qué hacer. Pensé incluso en salir corriendo de allí y que la misión se fuera a la mierda, pero pensé que si hacía eso el capitán no me daría la oportunidad de redimirme. Si abandonaba la misión sin siquiera haberla comenzado me tiraría de patitas a la calle con una sola patada en mi trasero.
—Siéntate—. Oí decir a una voz que por más que busqué en la habitación no vi a nadie. —Ahí tienes una silla, siéntate.

Hice lo que la voz me ordenaba. Me senté en la silla que, por cierto, estaba un poco incómoda y quedé de frente al espejo. Entonces me di cuenta que me debían estar observando desde el otro lado. Era un espejo de doble cara.
—Do Kyungsoo—. Continuó diciendo la voz al momento que pensé que me cagaría en los pantalones porque habían descubierto mi verdadera identidad. —Jardinero profesional con tres años de experiencia. Comenzaste a estudiar economía en la universidad, pero no terminaste el programa. ¿Por qué?
—Eh, ¿cómo? —. Pregunté aturdido sin saber que responder.
—Por qué no terminaste el programa de economía y te dedicaste a la jardinería? —. Dijo la voz que podría jurar salía de detrás del espejo.
—Porque no me apasionaba. Quería hacer algo con mis manos. Algo que rindiera frutos y que de veras me gustara. El amor por las plantas viene de generaciones en mi familia—. Mentí, como siempre hacía cuando estaba infiltrado. —Por eso pensé que era hora de continuar con el legado familiar y comenzar desde cero.
—Interesante—. Dijo la voz que parecía estar sorprendida con mi respuesta. —¿Alguna relación amorosa reciente?
—¿A qué viene eso? Estoy aquí para responder preguntas enteramente profesionales. Nada que tenga que ver con mi vida privada le interesa—. Chúpate esa cabrón.
—Si usted se convierte en mi empleado necesito estar seguro de que no llegará ninguna amante celosa. Necesito mantener la privacidad y la tranquilidad en cada una de mis estancias.

"Maldito hijo de perra, tienes toda la razón" pensé, así que decidí cambiar de estrategia.
—Es cierto señor, le ruego me disculpe si fui de alguna manera grosero, pero no debe preocuparse; mi vida privada esta tan fría como un cubo de hielo.
—Lamento informarle que la plaza de jardinero ya fue ocupada hace unos días.

Maldito bastardo, ya me estaba cabreando y podría jurar que se me notaba el rubor en la cara de la ira que me comía desde adentro. Pensé en mandarlo a la mierda junto con la misión. Habían informado mal al capitán sobre la plaza de jardinero y el muy cabrón ni siquiera había cambiado mi nombre para el perfil falso que habían creado para mí. Además, no creo que siendo un maldito jardinero en una casa que mide dos kilómetros de largo podría obtener la información que estaba buscando.
—Aunque si está interesado hay una plaza de "valet de chambre"—. Dijo la voz sacándome de mis pensamientos.
"¿Valet de chambre? ¿Qué diablos era eso?"
—Solo dígame si le interesa—. Dijo de nuevo la voz interrumpiendo mis pensamientos una vez más.
—Sí, puedo hacerlo. Solo hábleme de mis funciones.
—Un valet de chambre es quien se encarga de llevar a la tintorería mis trajes y luego ir a buscarlos—. Demonios, es él quien está detrás del espejo. —Además, debes saber preparar mis tragos, no soy muy exquisito, un wisky a la roca me es más que suficiente. Debes ayudarme a vestir cuando valla a alguna gala, desvestirme cuando regrese, tener mi habitación siempre lista y limpia. Me gusta beber el té a las tres de la tarde debido a que viví muchos años en Gran Bretaña. Creo que eso es todo, si olvidé algo pues te lo haré saber más adelante.

Estas últimas palabras las dijo entrando en la habitación. Su pose prepotente penetró en mi mirada y debido a toda la información que había acabado de obtener de su misma boca algo dentro de mí me decía que no estaba frente al chico malcriado y desorganizado como lo había descrito el capitán. Este hombre, con más de 1,80 metros de alto parecía tenerlo todo cronometrado o señalado en una agenda. Me pude dar cuenta que sabía lo que quería y lo que hacía.
—Sí, acepto—. Fue lo único que alcancé a decir bajo la presión de los nervios, ya que su pose segura me intimidaba.
—Bien, comenzarás haciendo mis maletas. Pasaré una temporada en mi penthouse de Seúl mientras el técnico instala el nuevo sistema de seguridad.

Infiltrado [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora