Capitulo 11

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Al salir de la cafetería decidí visitar algunos lugares más dentro del centro comercial y de paso comprar algo para respaldar mi coartada. Llevé conmigo una chaqueta de cuero negro al estilo motociclista rebelde y un jean Levy ajustado que a mi entender me quedaba perfecto ya que me hacían lucir como un maravilloso chico malo. Regresé a la tienda de tecnología y esta vez al salir llevaba un teléfono de último modelo de los que siempre quise tener y nunca pude permitirme con mi salario de agente. Esta misión me estaba gustando más de lo que imaginé; si duraba unas semanas más me mal acostumbraría a toda una vida de incesante lujo.

Una vez en el taxi llamé a Ming Ming para confirmar nuestra cita en nuestra cafetería favorita y veinte minutos más tarde estaba entrando por la puerta. Como era de costumbre mi hermana aún no llegaba así que escogí una mesa desde donde podía ver toda la calle con facilidad. Era una manía de agente que había adquirido con los años para prevenir encuentros indeseables. Durante mi tiempo en el servicio había acumulado muchos logros, lo que a su vez había propiciado el aumento incesante de enemigos.

Luego de un breve tiempo en el café vi a mi hermana doblar por la esquina de la calle en dirección a nuestro lugar de encuentro. Llevaba puesta una elegante blusa marrón por dentro de una falda oscura ceñida al cuerpo que elegantemente le hacían lucir las bellas curvas que tenía a sus 30 años. Habíamos escogido caminos diferentes, yo ponía los criminales en la cárcel y ella amaba sacarlos, pero aun así nos amábamos. Do MingSoo se había convertido en una de las mejores abogadas defensoras de Seúl, la más codiciada por los más sucios criminales del país.

En ese instante recordé su rebelde adolescencia; cuando se fue una noche a sus 18 años y regresó con el ombligo perforado solo para ver a mamá volverse loca diciendo que era un acto impropio de una jovencita de familia decente; o cuando apareció en la boda de la prima Tae Yeon con su novio motociclista. Incluso recordé que decidió estudiar abogacía solo para llevarle la contraria a mamá, aunque debo admitir que después se enamoró de su profesión. Si mamá la hubiera visto ahora juraría que lloraría de orgullo.

—SooSoo—. Entró gritando mi hermana como loca con los brazos abiertos para besarme en cada mejilla. —Hermanito, tengo muchas cosas que decirte.
Mi hermana, a pesar de lucir toda recta en su trabajo delante de mí no tenía que fingir lo loca que estaba. La conocía demasiado bien como para conocer su verdadera identidad.

—Ming Ming, ¿cuántas veces debo decirte que no me llame así? Ya no soy un bebé—. Repliqué mientras limpiaba cada uno de mis cachetes con una mano a la vez que hacía puchero porque sabía que odiaba ese apodo.

—Te veo delgado SooSoo. ¿Te estás alimentando bien? CAPITULO 11
Al salir de la cafetería decidí visitar algunos lugares más dentro del centro comercial y de paso comprar algo para respaldar mi coartada. Llevé conmigo una chaqueta de cuero negro al estilo motociclista rebelde y un jean Levy ajustado que a mi entender me quedaba perfecto ya que me hacían lucir como un maravilloso chico malo. Regresé a la tienda de tecnología y esta vez al salir llevaba un teléfono de último modelo de los que siempre quise tener y nunca pude permitirme con mi salario de agente. Esta misión me estaba gustando más de lo que imaginé; si duraba unas semanas más me mal acostumbraría a toda una vida de incesante lujo.

Una vez en el taxi llamé a Ming Ming para confirmar nuestra cita en nuestra cafetería favorita y veinte minutos más tarde estaba entrando por la puerta. Como era de costumbre mi hermana aún no llegaba así que escogí una mesa desde donde podía ver toda la calle con facilidad. Era una manía de agente que había adquirido con los años para prevenir encuentros indeseables. Durante mi tiempo en el servicio había acumulado muchos logros, lo que a su vez había propiciado el aumento incesante de enemigos.

Luego de un breve tiempo en el café vi a mi hermana doblar por la esquina de la calle en dirección a nuestro lugar de encuentro. Llevaba puesta una elegante blusa marrón por dentro de una falda oscura ceñida al cuerpo que elegantemente le hacían lucir las bellas curvas que tenía a sus 30 años. Habíamos escogido caminos diferentes, yo ponía los criminales en la cárcel y ella amaba sacarlos, pero aun así nos amábamos. Do MingSoo se había convertido en una de las mejores abogadas defensoras de Seúl, la más codiciada por los más sucios criminales del país.

Infiltrado [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora