Olvidado lo pasado

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Mariana

Dicen que cuando pierdes a alguien querido, sientes que parte de tu alma se fue con él. Piensas que nunca volverás a ser como antes, y en cierto modo es cierto, nunca vuelves a ser la misma persona, porque una vez lo aceptas, creces. El secreto está en aceptar las consecuencias de tus decisiones, aprender a vivir con ello y sacar el lado positivo.

Desde que me decidí a dar el paso de vivir en base a lo que quiero, en lugar de a lo que debo hacer, no puedo evitar pensar que perdí a mi familia, la familia con la que había deseado, más bien la única que había visto en mi vida.

Desde pequeña he visto a mis padres apoyarse en las buenas y sobre todo en las malas. He crecido en una familia que pase lo que pase, estaba allí. La solución nunca fue desistir, y abandonar, siempre apoyar, aunque te lleves a su paso tu propia felicidad.

No sé si eso fue lo que me envalentonó para decidir actuar en base a lo que yo quiero, sin saber aún si era la decisión acertada. Eso me ha hecho pasar por un proceso de fases. Al principio, la libertad y la adrenalina de darme cuenta de que por fin he dado el paso que tanto tiempo llevaba pululando en mi cabeza. Más adelante la de las dudas, ¿realmente es esto lo que quería? Para seguir en el siguiente paso que básicamente es recular, no en actos, sino en pensamientos. Somos débiles, y más cuando obtener lo que anhelamos nos lleva tiempo.

El siguiente punto en el que estoy ahora es el de aceptar que sea o no lo correcto, es mi actual realidad, es lo que hay, y no puedo hacer otra cosa más que afrontarlo con la misma valentía con la que decidí tomar esa decisión.

Pasaron días desde mi último encuentro con Michele, también con Oscar.

Me dediqué de pleno tanto física como mentalmente a mi pequeña princesa, estuvimos en un espectáculo infantil junto a mi amiga Angelica y su hijo, que tiene la misma edad que Daniela.

No se si disfrutaron más los peques o nosotras las mamis. Angelica me sana, me brinda una visión de la vida tan clara y certera que su compañía me alivia mis preocupaciones, mejor dicho, con ella al lado, las preocupaciones no tienen hueco en ese momento. Existen, pero no dejamos que arruinen nuestro momento. Me doy cuenta al lado de ella que el título de mujer fuerte me queda grande. Ella es madre soltera desde el nacimiento de Gabriel, sin apoyo familiar, ni del padre del niño, ni económico, pero ella, fuerte como un roble, tira adelante más allá de las tormentas. Me ha ayudado tantísimo tenerla como ejemplo, que a veces me culpo por no poder sacar sola esa fuerza. Por tener momentos de desbordamiento, por sentirme débil...

Estoy sentada en el sofá de mi salón, con una copa fresca de vino blanco y contemplo a la gente que pasea aún a las 11 de la noche en la plaza que da por la ventana de mi casa. La brisa me escupe en toda mi cara y solo pienso, siento, y me lamento. Me siento sola. Aunque Daniela duerme desde hace un rato en mi cama, yo me siento sola. ¿Por qué? No entiendo mi mente, en estos momentos. Yo me quiero, me quiero mucho, y más últimamente por lo que he logrado, estando sola, pero no entiendo por qué me siento sola. Llevaba mucho anhelando una noche como la de hoy, estando en mi propia compañía, sola con mis pensamientos, y ahora me cuesta no derrumbarme al pensar que he logrado lo que tanto anhelaba.

Digo que me quiero, cada noche antes de acostarme en mi cama, me miro en el espejo del baño, mi rostro, contemplo mis facciones, sonrío, miro mis ojos, mi boca, mi semblante, y sonrío de nuevo. "Me quiero, me quiero mucho" - miento- Quiero quererme, pero no me quiero. Debo aceptar que esta es mi nueva realidad, estar conmigo misma y quererme a mi misma, no puedo anhelar lo que me hace daño. No Mariana, reacciona de una vez, tu llevas puestos tus zapatos, tu crearas tu camino junto a los pasos que des con ellos, y solo tu lograras conseguir lo que quieres. Pero ¿qué es lo que quieres?

Lo que el destino te deparaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora