Aclamado como el Señor de la Muerte, que su única preocupación era llegar al poder, aunque ello conllevase el sacrificio de inocentes.
Juzgado por ser cruel y vil, pero no siempre fue así. No todo en su ser era maldad, pero ¿qué es el amor? cuando...
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⊱❉⊰
Paseaba por la inmensa biblioteca de la casa, cuando se encontró con un elegante piano de cola color negro que se hallaba en el fondo del lugar. Hacía ya tanto tiempo que no se paraba frente a uno y recorría sus delgados dedos sobre las teclas.
Cuando era un niño, Bathilda le había enseñado lo básico para poder tocarlo y a pesar de que era evidente el tiempo sin ver uno, aún recordaba lo aprendido. Por lo tanto decidió sentarse frente a él y tocar algunos acordes al azar con bastante lentitud, recordando el sonido que cada uno producía.
Continuó tocando los acordes que se le venían a la mente, de manera que se terminó creando una pequeña melodía dulce que le agradó bastante. Aquello no era una canción que pudiera haber escuchado antes, sino algo completamente nuevo. Tocó una y otra vez los mismos cuatro acordes en el mismo orden y ritmo para memorizarlo, teniendo como resultado una muy simple y pequeña composición de apenas veinte segundos.
Tocó por última vez su nueva y única diminuta composición en piano, teniendo más soltura que la primera vez, y una vez finalizó, alzó la vista dándose cuenta que unos ojos verdes lo observaban con asombro. No se había percatado del momento en que pudo haber llegado y cuánto tiempo llevaba ahí.
—No imaginé que supieras tocar el piano —mencionó Dumbledore apenado.
—Aprendí de Bathilda hace mucho tiempo, pero no es algo que suela hacer seguido.
—De cualquier manera ha estado maravilloso. ¿Lo escribiste tú?
—Eso creo... solo salió, pero como pudiste darte cuenta, está incompleto.
—¿Ya pensaste algún título?
—Tampoco, y a decir verdad no tengo ni idea.
Dumbledore no respondió, pero ambos mantuvieron la mirada fija en el otro por unos instantes por lo que no evitaron sonreír.
Aquel silencio se vio interrumpido por el ruido de la puerta principal abrirse.
—Debo irme.
—Acabas de llegar.
—Sí, lo sé, pero le dije a Aberforth que no tardaría. Solo vine a dejarle a la señora Bagshot el queso de cabra que compra para ayudarnos.
Gellert solo asintió con la cabeza.
-Lo siento, Gell. Nos estamos escribiendo.
Vio a Albus salir de la habitación e intercambiar palabras con su tía. Entre tanto, apretó la mandíbula enfadado de que su hermano lo trajera peor que como un padre.
Sin más remedio, se levantó de su asiento y se dirigió a una mesa donde tenía un grupo de pergaminos y libros que llevaba analizando hace unos días. Ya que realmente a su tía-abuela Bathilda no le molestaba que Gellert usara su biblioteca personal, se sentía en la libertad de tomar los libros que quisiese. Afortunadamente había encontrado uno referente a su segunda reliquia favorita, que era la piedra de la resurrección. Por otro lado, no decía nada que lo pudiera ayudar a tener aunque fuera una pista para poder encontrarla, sin embargo eso no le desanimaba, puesto que tenía un plan con ella cuando la encontrara.
—Con la piedra me resultaría mucho más fácil crear un ejército inferi. Me ahorraría mucho trabajo, pero ¿donde? —habló para sí mismo hojeando una y otra vez aquel libro que tenía sobre la mesa.
También pensó que aquella idea no sería para nada del agrado de Albus, así que sería mejor no decirle nada al respecto. Sabía perfectamente que si llegaba a enterarse, lo llenaría se sermones pero nada lo haría cambiar de parecer, si ese era un paso para imponer miedo y ser respetado, si quería lograr sus objetivos. Era evidente que en toda su vida había tenido más que suficiente de los muggles y de todos aquellos que lo trataban como una escoria simplemente por ser diferente; eso tenía que acabar.
Cerró el libro dejándolo en la mesa, para luego regresar y leer más. Salió de la biblioteca cuando se encontró con la señora Bagshot.
—Gellert, cariño ¿quisieras acompañarme al mercado del Valle para que me ayudes con unas cosas?
—Claro, no hay problema.
Ambos salieron de la casa rumbo a aquel mercado que quedaba a tan solo unas cuadras. Estando ahí, la bruja de mayor edad iba eligiendo verdura y demás cosas que le hacían falta para hacer la comida. No faltaba el momento en que Bathilda se quedara a conversar con los vendedores que bastante bien la conocían, cuando Gellert aprovechó un rato para acercarse a un establecimiento donde vendían artilugios antiguos, joyería y demás cosas que le resultaron interesantes.
Entró sin hacer mucho ruido mientras observaba los objetos que se exhibían detrás de los cristales transparentes, y entre muchos de ellos le llamó mucho la atención uno en particular. Era un dije plateado brillante en forma de rombo, con una esfera dorada en el centro. Colgaba de una cadena elegante que hacía juego para poder ser colgada en el cuello como un collar.
—¿Puedo ayudarle en algo, jovencito? —habló una voz de un hombre mayor de edad.
—Oh, bueno, quisiera saber cuánto cuesta este dije —señaló el objeto.
—Ese dije es muy bonito. Lo he tenido durante mucho tiempo y nadie se ha interesado en él. Puedes llevártelo si quieres, serían diez galeones; un precio no muy alto y justo.
—Perfecto, me lo llevo —sacó del bolsillo de su pantalón las monedas y dárselas al anciano.
En seguida el hombre abrió la vitrina donde se encontraba aquel objeto y se lo entregó a Grindelwald.
•••
Acostado en la cama de su habitación, no podía dejar de mirar el collar que acababa de adquirir pensando qué uso le podría dar a ese hueco vacío de la esfera dorada. Quizá podría vertir alguna posión de suma importancia cuando se encontrara lejos de aquella casa de su tía, una posión que pudiera necesitar aunque no estaba tan seguro del todo, así que solo lo guardó en el bolsillo de su chaleco envuelto en una fina tela de color blanco.
Se levantó de la cama y bajó de nuevo a la biblioteca. En la mesa donde solía ponerse a leer, estaba llena de libros, así que agarró una pila de ellos para acomodarlos en los estantes, cuando accidentalmente uno de los libros se le cayó al suelo. Al recogerlo se sorprendió por el título que llevaba en la caratula: Encantamientos & Conjuros del siglo XVI.