XIX. No Te Dejaré Solo

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No había podido conciliar el sueño en lo que restó de la noche, pues lo que hizo no estaba bien, pero no le dejaron más opción, el propio Jankovics se lo había buscado.

Como ya era hora del desayuno, bajó al Gran Comedor, fingiendo que todo marchaba bien en él. Se sentó en un lugar vacío, tomando el desayuno, pero realmente no es que tuviera mucha hambre, así que solo comió poco. Habiendo terminado, Albus se le acercó y se sentó a su lado.

—Buenos días, Gellert —le sonrió.

—Buenos días, Albus —respondió casi en voz baja, que apenas se le escuchó.

—¿Sucede algo?

Le sorprendió que el castaño se diera cuenta que algo malo le ocurría.

—No, ¿por qué? —Gellert mantuvo la mirada sobre la mesa de madera.

—Estás… diferente.

No obtuvo respuesta, pareció que nadie estuviera hablando con él.

—Gellert, mírame —el chico posó una mano sobre su hombro.

Por fin el rubio se dignó a mirar a Albus de frente, encontrándose con sus ojos verdes llenos de preocupacion.

—Por favor dime lo que ocurre, sabes que siempre puedes confiar en mí. No has dormido ¿verdad?

—El idiota que te conté, no paraba de molestar e incluso me amenazó.

—¡Merlín! Debes decirlo al director.

—No, no, Albus. Me vi en la necesidad de arreglar las cosas por mí cuenta.

—¡¿Qué?! ¿Qué cosa hiciste?

—Quiero que sepas que no tenía opción. Quería hacerte daño a ti, y solo es mi culpa por dejar que se metiera en mis planes.

—¿Tus planes?

—Digamos que descubrí que los objetos de la historia de los tres hermanos, es más que sólo un cuento.

—¿Hablas de las reliquias? ¿Las estás buscando? —Albus cuestionó un tanto exaltado pero en voz no muy alta para que nadie más escuchara.

Grindelwald solo asintió con la cabeza.

—Está bien. Alguna vez me he planteado la posibilidad de que realmente existen, pero ¿no crees que es arriesgado?

—Tal vez, pero lo vale.

Su conversación se vio interrumpida por unas voces que provenían de la mesa tras de ellos.

—¿Escuchaste que un estudiante de Durmstrang apareció muerto en el bosque prohibido?

—Sí, pero aún desconocen las causas.

—Eso seguramente se lo ganó por buscarlo —respondió otra voz de aquel grupo.

Escuchado eso, Gellert se puso ansioso, pues sabía que estaría en serios problemas si descubrían la verdad. No quería que eso sucediera, al menos no antes de que el torneo terminara. Entre tanto, Albus lo notó por el movimiento constante de su pierna izquierda debajo de la mesa.

—Entendería si ahora me odias, Albus.

—No, Gellert. No te odio, pero si vas a seguir buscando las reliquias, no voy a dejar que lo hagas tú solo.

—¿Hablas en serio? —el rubio se sorprendió.

—Muy en serio —le sonrió.

De alguna manera le alegraba saber que no estaría solo, y que ahora haría las cosas con alguien en quién confiaba y sobretodo, alguien a quién amaba. Tenía ganas de abrazarlo, besarlo, y lo haría si no estuvieran muchas personas a su alrededor.

Miró a Albus levantarse e incitarlo a hacer lo mismo, entonces hecho eso, lo siguió hasta que llegaron al jardín que quedaba cerca del bosque, donde les gustaba estar ya que ahí prácticamente nadie se aparecía y podían estar a gusto solos.

En cuanto se sentaron, Dumbledore se abalanzó a él y le besó. Grindelwald lo abrazó con su brazo izquierdo, y el otro lo usó para llevarlo a la parte trasera de la cabeza del castaño, recorriendo con delicadeza su mano por sus cabellos, llegando así a su nunca, donde se le formaban sus rizos. Enredó sus delgados dedos en ellos, todo esto sin dejar de besar a su dulce amado.

Sin darse cuenta, ambos se encontraban acostados en el césped mientras los besos no dejaban de cesar. Era más que claro que se necesitaban, y que el tiempo que pasaran sin verse, lo compensarían con aquellas muestras de afecto.

Cuando apenas separaron sus labios a pocos centímetros, los dos magos sonrieron. Gellert le abrazó de la cintura y escondió su rostro en el cuello de Albus, pues hasta ese momento comenzó a sentir el cansancio por no haber dormido lo suficiente. Cuando sintió que el otro también le abrazaba, se sintió relajado y como si estuviera en las nubes, entonces cerró los ojos, cayendo en un profundo sueño.

Más Allá De La Muerte «Grindeldore»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora