VI. El Trato

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Caminaba por los pasillos del castillo, a la vez que se encontraba con estudiantes murmurando con admiración su nombre, y chicas dirigiendole miradas con mejillas sonrojadas. Se había vuelto muy popular, después de la primer prueba en el torneo, a decir verdad eso no le molestaba, sino que le agradaba que su nombre sonara por todo el castillo, excepto quizá el comportamiento de las brujas, que cada vez era más frecuente.

Se paró frente a la puerta de la enfermería, un tanto dudoso y preguntándose si era lo correcto estar ahí, pues desde que Albus Dumbledore ingresó debido a la fuerte caída en escoba, le nacía una constante angustia por saber si se encontraría bien.

Gellert nunca había sido lo suficientemente cercano de una persona, como para sentirse de aquella manera, pero con el castaño algo era diferente. Después de todo le había salvado de una bestia en el bosque prohibido, y quizá era lo menos que podía hacer e ir a visitarlo, ¿no?

—¿A dónde vas, muchacho? —preguntó la enfermera, que se encontraba atrás de él.

—Lo siento. Solo quería saber si puedo pasar a ver a... un amigo.

—¿Cuál es su nombre?

—Ehm, Albus Dumbledore.

—Él aún no ha despertado, debido al golpe en la cabeza, pero podrás pasar solo cinco minutos.

—Bien. Gracias.

Entró en silencio a la enfermería, buscando con la mirada la camilla donde se encontraría Albus, y una vez lo encontró, se acercó, pudiendo ver que aún estaba inconsciente.

A un lado de él, pudo ver una mesilla llena de obsequios y cartas que otros alumnos de Hogwarts le iban dejando, probablemente deseando que se encontrara bien. Volvió a dirigir su mirada heterocroma al joven mago, y decidió dejarle una nota que escribió ahí mismo.

Albus:

Tu actuación en el torneo ha sido muy buena, y espero que pronto te recuperes. Sinceramente eres mejor oponente que Rousseau, así que será mejor verte de nuevo para la siguiente prueba.

Gellert Grindelwald.

Dobló el pergamino, dejándolo junto a las demás cartas y obsequios. En seguida salió de la enfermería, de la misma manera en la que había entrado.

«¿En serio fue lo mejor que pudiste escribir? Eres idiota, Gellert» pensó en lo que se dirigía a los jardines.

—¡Hey, Grindelwald! —una voz masculina le sacó de sus pensamientos, y pronto un muchacho de su misma edad de cabellos oscuros, estaba a un lado de él.

—¿Qué quieres, Jankovics?

—Solo quiero felicitarte por haber pasado la primera prueba. Está en ti que Durmstrang gane el torneo, aunque claro, yo lo hubiera hecho mejor —soltó una risa.

—¿Viniste nada más para decir eso? —dijo Gellert un tanto molesto.

—No, no. También quiero darte mi ayuda.

—¿Qué te hace creer que la necesito?

—Mira —se aseguró de que nadie los escuchara—. Sé que has estado buscando las Reliquias de la Muerte, y al igual que tú, creo que existen. Mis padres tienen cientos de libros que incluso ni la biblioteca de esta escuela tiene, así que si me dejas unirme, tendrás acceso a ellos.

Los ojos bicolor miraron dudosos a su compañero, no confiaba en él, y sobretodo le parecía sospechoso que le hablara de la nada, pero también pensó que le podía ser útil.

—Es un trato.

Más Allá De La Muerte «Grindeldore»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora