XXVII. Destrucción & Muerte

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Hacía unas semanas que Newt le había entregado el objeto donde él y Grindelwald hicieron el pacto cuando eran muy jóvenes. No sabía exactamente qué hacer con el dije para destruirlo. Por otro lado, cada vez que lo sacaba de su bolsillo y lo observaba por minutos, le era inevitable volver a tener todos esos recuerdos con el que ahora se había convertido en el mago más peligroso para el mundo mágico y muggle.

La sangre contenida dentro del objeto ya no era roja, sino negra y la cicatriz en su mano hacía días que no le dejaba de punzar con intensidad. Por dicho motivo tenía que encontrar lo más pronto posible la manera de romper ese pacto y ese vínculo con Grindelwald que tanto daño le estaba haciendo, física y sobretodo emocionalmente.

Si no fuera suficiente, el Ministerio lo estaba presionando para actuar en contra de Gellert lo antes posible, antes de desatar una guerra. Pero aunque Albus lograra destruir el pacto, no se sentía capaz para enfrentarlo. Tenía un constante temor de saber que había sido él mismo, el responsable de la muerte de su hermana, pero a su vez no sabría lo que haría si volviera a ver directamente esos ojos heterocromos otra vez. Algo muy en su interior le seguía diciendo que aún lo amaba, cuando debería ser todo lo contrario, y ese espejo de Oesed en el castillo se encargaba de recordárselo.

Se levantó de su asiento con el dije en sus manos, lo puso en el suelo para luego alejarse del mismo a unos tres metros y le apuntó con su varita.

—¡Expelliarmus!

Nada. Parecía no dañar el objeto.

—¡Desmayo! ¡Incendio!

El pacto apenas se movió de lugar, pero siguió conjurando cualquier hechizo que se le venía a la mente una y otra vez con frecuencia hasta que le salieron unas chispas. En ese preciso momento, su cicatriz comenzó a arder como fuego y su corazón latía rápidamente. Como pudo, volvió a recoger el dije y observó que su centro estaba rayado, lo que significaba que cabían posibilidades de ser destruido.

Tocaron la puerta de su oficina, así que de inmediato guardó el objeto de nuevo en el bolsillo de su pantalón.

—Profesor Dumbledore, ¿puedo pasar?

—Adelante, Minerva.

—Le entrego los exámenes de los muchachos de quinto año -entró caminando hacia el escritorio, dejando la hilera de pergaminos.

Dumbledore la observó mientras apretaba su mano que aún le dolía —Gracias, profesora.

—No hay de qué, profesor —dirigió la mirada a su mano, extrañada—. ¿Le pasó algo a su mano?

—Nada de importancia, gracias por preocuparte.

—De verdad, profesor, si necesita ayuda puede confiar en mí.

Albus solo se limitó a esbozar una pequeña sonrisa a la vez que su mano volvía a punzar con demasiada intensidad, lo que lo obligó a recargarse sobre el escritorio y soltar un quejido.

—Déjeme ver lo que tiene —mencionó McGonagall preocupada y se acercó a él.

No le quedaba más que revelar la cicatriz en su mano, que en ese momento parecía haberse vuelto a abrir y sangrar. En cuanto la bruja que lo acompañaba, vio la herida, conjuró con un hechizo el botiquín de primeros auxilios que se encontraba en un estante de libros en la oficina.

—La herida parece que es a causa de un pacto, ¿cómo ha sucedido profesor? —tomó unas gasas para limpiar la sangre con cuidado.

Dumbledore tragó saliva, ¿ahora cómo iba a explicarle tal situación?

—Sea el motivo que sea, no lo voy a juzgar —agregó McGonagall al darse cuenta de su preocupación.

—Verás... —suspiró—. En mi último año como estudiante de Hogwarts, fui elegido como uno de los campeones en el torneo de los tres magos. Gracias a dicho evento conocí mucha gente e hice varias amistades, pero en especial con uno de ellos tuve vínculos muy fuertes —hizo una pausa tratando de contener sus emociones para poder continuar—. Teníamos muchas cosas en común, ambos éramos brillantes e incluso hicimos planes, por lo que nos llevó a hacer el pacto, jurando no hacernos daño... Del mago que estoy hablando es Gellert Grindelwald. Por eso ahora debo destruir el objeto que contiene nuestra sangre para poder detenerlo.

La bruja le miró consternada al escuchar tal confesión, sin embargo eso pareció no ser motivo para dejar de ver al profesor como siempre lo había hecho.

—No es su culpa que Grindelwald se haya convertido en lo que es ahora, profesor Dumbledore. Pero solo hay una manera de romper un pacto de sangre.

El profesor se quedó en silencio, esperando a que Minerva continuara.

—Primero debe destruir el objeto con un encantamiento muy poderoso, así podrá enfrentarlo por fin en un duelo. Después para que se rompa definitivamente y no quede ningún lazo entre ambos, porque es evidente que la sangre de Grindelwald aún corre por sus venas y viceversa... es que uno de los dos debe morir —concluyó a la vez que terminaba de vendarle la mano a Albus.

Más Allá De La Muerte «Grindeldore»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora