XVI. Maldiciones Imperdonables

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Estaba ya todo listo para dar comienzo a la segunda prueba del torneo. Estaban los alumnos de cada colegio, cada quien apostaba por su favorito y a él, las chicas le gritaban emocionadas a lo que se mostraba indiferente.

Movía sus brazos, piernas y cuello para ejercitarlos y estar listo a lo que venía. Albus y Albert se encontraban a sus costados, quedando él en medio. Por un momento hizo contacto visual con Dumbledore, dirigiéndole una sutil sonrisa como siempre lo hacía, notando que sus orejas se le ponían de un tono rojizo y a Gellert le encantó.

—Suerte —le escuchó decir.

Enseguida sonó el cañón que anunciaba el comienzo de la prueba. Se aventó al agua a la par que los otros dos magos, conjurando el hechizo casco burbuja a poca distancia de llegar a la profundidad del lago. Nadó y nadó buscando su objetivo, pero se le hizo complicado por la cantidad de algas que se halló ahí. Se metió entre ellas, haciéndolas a un lado para poder pasar. También se encontró con criaturas que podían llegar a ser peligrosas, pero no se dejó intimidar y siguió por su camino.

Por fin se encontró con tres cuerpos inertes, flotando en el agua y amarrados por los pies. Se aproximó a ellos, pudiendo reconocer a Amanda y el amigo de Albus, Elphias.

Escuchó un ruido acercarse a él e inmediatamente se puso en guardia, apuntando con su varita, dando una mirada amenazadora, pero era Albus y la bajó, volviendo a lo que era su deber. Lanzó un hechizo contra las cadenas que aprisionaban a Amanda, para así romperlas. La tomó en brazos y comenzó a nadar a la superficie, dejando al castaño por detrás, pues Gellert debía llegar primero a costa de todo.

Llegando al aire libre, automáticamente se le deshizo el encantamiento para respirar bajo el agua. Logró llegar primero, solo a unos segundos antes que Albus, otorgándole el primer lugar en la prueba.

•••

En su dormitorio se encontraba poniéndose la última prenda de su uniforme recién lavado. El torneo le dejó agotado, a pesar de que ya había dormido buenas horas y sólo deseaba volver a poner la cabeza sobre las reliquias.

—Felicidades, señor Grindelwald. Su actuación ha estado maravillosa —mencionó una voz grave llena de sarcasmo.

Vince le colmaba la paciencia y ahora que le había sacado lo que quería, debía deshacerse de él. El rubio le encaró sin aún decirle nada.

—Honestamente sería una completa lástima que todo el mundo se entere que su campeón es un jodido maricón.

—¿Qué dices?

—Que eres un maricón de mierda. ¿Crees que no lo sé? ¿Que no he visto como te comportas con tu amigo? —acentuó la última palabra.

—Como me comporte yo con él no es tu asunto, de todas formas eso no me quita la hombría que tú no tienes.

—Eso lo veremos —su compañero sonrió con malicia, propinandole un buen golpe en la cara.

Antes que Gellert pudiera defenderse, lo empujó al suelo y lo pateó en el abdomen con tanto ímpetu que lo dejó sin aire y fuerza para levantarse.

—¿No puedes defenderte? Eres tan débil, Gellert Grindelwald —soltó una carcajada.

Le hervía la sangre solo verlo burlarse de esa manera. No iba a dejar que lo pisotearan, entonces hizo todo por ponerse en pie y golpearlo de vuelta, sacándole sangre de la boca.

—¡Eres un enfermo! Tú y tu noviecito se van a pudrir en el fuego cuando todos sepan lo que son.

—¡Vuelvelo a repetir! —Grindelwald le apuntó con la varita.

—¡Enfermo!

Gellert no pudo contener las ganas de lanzarle una maldición, sin importarle ya nada.

¡Crucio!

Le llenó de placer ver como el chico se retorcía de dolor en el suelo, sin cesar la maldición.

—¡Pará ya! ¡Te vas a arrepentir! —le gritó Jankovics desgarradoramente.

—No me importa lo que tú o tus padres puedan hacer —aumentó la intensidad del maleficio y luego paró.

Más Allá De La Muerte «Grindeldore»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora