CAPÍTULO SEIS

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CAP SEIS

¿Ubican ese momento gracioso en el que intentas contener la risa y entre más intentas no reírte más quieres hacerlo? Justo eso me estaba pasando mientras me asomaba por la diminuta ventana de la puerta del salón de Matemáticas. El profesor Satty estaba entregando unas tareas ya calificadas. No podía entrar, porque yo estaba en primer año y era una
clase de tercero, así que no tenía más opción que observar desde el pasillo.

Esperaría pacientemente hasta que Mauricio recibiera su calificación.

No podía creer que hubiera faltado a Biología para esto, pero me moría por ver su cara. Mauricio estaba sentado en una de las filas delanteras, con su habitual gesto arrogante. Se veía confiado y relajado. Se me escapó una risita. Era imposible no carcajearse.

—Mauricio Mariscal —dijo el profesor Satty mirando al grupo. Shane se puso de pie y caminó hacia su escritorio. El profesor le entregó su tarea mientras negaba con gesto desaprobatorio. Mauricio volvió a su asiento. Vi su perfil con claridad. Su sonrisa engreída se fue esfumando a medida que recorría con la mirada el papel que tenía entre las manos. Yo me estaba
tapando la boca con fuerza. ¡Dios! ¡Su cara no tenía precio! Como si hubiera percibido mi mirada, volteó repentinamente hacia la puerta. Me miró con furia, y yo ahogué un grito. Mauricio entrecerró los ojos ligeramente mientras se lanzaba hacia la puerta.

«¡Demonios! Me va a matar o a hacerme algo horrible, como meterme el dedo a la oreja». Empecé a sentir pánico al verlo acercarse; creo que no lo había pensado muy bien. ¡Dios! ¡Qué tonto fui! Jordan, el mejor amigo de Mauricio, se levantó y se interpuso en su camino. Andrés empezó a hablarle de algo que yo no alcancé a oír. En ese momento sonó la campana de la escuela. La frase «salvado por la campana» nunca había tenido tanto sentido para mí. Aproveché la conmoción y me alejé de la puerta.

Escuché a Mauricio gritar mi nombre, pero no me molesté en voltear. Entré al pasillo principal y empecé a caminar a toda prisa. Mauricio estaba a punto de matarme, pero no pude contener la sonrisa triunfante que se asomaba en mis labios. Su cara… En mi defensa, él prácticamente me obligó a ayudarlo con su tarea de mate hace unos días. Era su culpa por no haberme creído cuando le dije que era pésimo para los números.

—¡Bondoni!

«Uy». Me asomé por encima del hombro y entré en pánico. Mauricio estaba corriendo hacia mí. Su expresión era de absoluta ira y llevaba los

puños cerrados con fuerza. Mi instinto fue empezar a correr. Maldije mis

piernas cortas porque no me ayudaban en mi inútil intento de escapar.

—¡Bondoni! ¡Vas a morir!

Empecé a correr en zigzag con la esperanza de evadirlo. Sí, sé que no era la más brillante de las ideas, pero entiendan que tenía mucho miedo.

Mis ojos encontraron el paraíso al identificar el pequeño anuncio colgante 《baño de damas》. Sin pensarlo dos veces, abrí la puerta y entré corriendo. Apoyé la espalda contra la puerta. Estaba jadeando, pero a salvo. Mauricio no se atrevería a entrar en el baño de mujeres, ¿o sí? Levanté la mirada y me quedé frío. Había un tipo parado a unos metros de mí. Traía a su amiguito en una mano y estaba de pie frente al orinal. Grité tan fuerte que los oídos me punzaron después.

—¡Ay, Dios! ¡Ay, Dios! —repetía una y otra vez. El tipo no parecía mover mi una pestaña—. ¡Lo siento muchísimo! ¡Ay, Dios! —El tipo estaba rojo como tomate.

Tenía que ser yo quien se metiera que entre al baño de hombres. Además, nunca
había visto la «cosa» de un chico que no fuera el mío. Estaba aterrado. Para empeorar las cosas, alguien empujó la puerta y me pegó en la nuca. Me tambaleé hacia delante y me di media vuelta de inmediato para enfrentar a Mauricio. Pero, para mi sorpresa, era Niko.

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