CAPÍTULO ONCE

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CAP ONCE.

—Esto es pésima idea —susurré al aire mientras bajaba las escaleras y escuchaba el claxon del auto de Mauricio afuera de mi casa.

Parecía que estaba tocando la batería en lugar del claxon.

inmediata a—grité, con la esperanza de que me escuchara por encimadel ruido que estaba haciendo. Abrí la puerta de la casa y la cerré al salir.

La fresca brisa de la mañana me rozó la piel y me hizo sentir mejor de inmediato. No me sorprendió ver una camioneta estacionada enfrente. Era una Honda CR-V 2010. La familia de Shane era pudiente. Lo sabía por mi madre, quien por lo regular me contaba cosas que a mí no me interesaban.

Shane se bajó de la camioneta y la rodeó para dirigirse hacia mí. Traía unos jeans gastados y una camiseta negra suelta, la cual resaltaba su piel pálida. Su cabello estaba despeinado a propósito, lo cual le daba su habitual apariencia de chico malo. No pude evitar notar su gesto de satisfacción. Se acercó a mí con una gran sonrisa en el rostro.

—¿Qué? —pregunté. Se notaba que algo tramaba.

—Nada. ¿Dónde están mis papitas? —dijo y frunció el ceño al ver mis manos vacías.

—Pensé que habías dicho que las papitas no eran suficiente motivación.

—Dije que quería las papas más la promesa de que harías lo que yo quisiera.

—Excepto sexo. —Sentí la necesidad de recalcarlo.

Mauricio se rio entre dientes.

—¿En serio crees que me acostaría contigo? —Me señaló y me miró con cara de «estás loco».

Admito que eso me hirió el ego. Entrecerré los ojos y lo miré condesprecio.

—Como sea, ya no tengo papas —mentí descaradamente—. Además, creo que mi promesa es más que suficiente. —Crucé los brazos sobre el pecho y levanté la barbilla en gesto desafiante. Mauricio abrió la boca para protestar, pero yo levanté la mano para detenerlo—. Vámonos —ordené y pasé junto a él. No tuvo más opción que seguirme.

Me subí a su camioneta. Al instante, las fosas nasales se me llenaron del olor a especias y a su exquisita colonia. El interior era cálido y reconfortante. Sin duda podría acostumbrarme a andar en un auto así.

Mauricio se subió al asiento del conductor y arrancó el motor. Empezó a conducir y yo me pregunté a dónde me llevaría. No había dicho una palabra desde mi casa.

—¿Adónde vamos? —Noté que íbamos camino al pueblo.

—A McDonald’s.

—¿A McDonald’s? ¿Por? —Lo miré con el ceño fruncido—. No tengo hambre. —OK, estaba mintiendo. Justo en ese momento mi estómago rugió como león enjaulado.

Mauricio se rio entre dientes.

—¿Seguro?

Ignoré su pregunta.

—Mira, no traigo dinero —confesé. Era mejor decírselo ahora quecuando estuviéramos ordenando.

—No te preocupes por eso. Hoy yo invito.

Lo miré con suspicacia.

—¿Por qué estás siendo tan amable conmigo? ¿Qué tramas?

Mauricio sonrió como gato y se metió al carril de autoservicio.

—Puedo ser amable.

—Claro que no. —Estaba a punto de reprocharle más cuando fue nuestro turno de ordenar. Lo dejé que me pidiera lo que él quisiera. Ya de por sí era vergonzoso dejarlo pagar todo.

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