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CAPÍTULO DIECISÉIS

CAP DIECISÉIS.

Decir que me quedé en shock es poco.

Estaba desconcertado, petrificado, paralizado. No podía respirar. Mis
ojos estaban clavados en la pantalla del celular.

«Me vio».

«Emilio me vio».

«Acaba de decir que me vio».

Esas frases se repetían una y otra vez en mi cabeza, por no mencionar las preguntas «¿cuándo?», «¿lo decía en serio o estaba bromeando?» y «¿estaba en la fiesta?».

«Nos separan muchos kilómetros de distancia, Joaquín». Sus palabras
hicieron eco en mi mente. No necesitaba ser una genio para saber que Emilio había mentido, ya fuera sobre el hecho de vivir muy lejos o sobre el hecho de haberme visto. No sabía cuál de las dos era mentira, pero lo averiguaría.

@JoaquínEsélMejor: ¿Cómo que me viste?

Envié el mensaje. Mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho mientras esperaba su respuesta.

@PoetaOscuro01: ;)

¿Eso era todo lo que diría? ¿En serio? ¿Un maldito guiño? Casi me da un infarto y él sólo me manda un tonto guiño. Emilio era muy idiota a veces.

Yo: ¿Qué demonios, Emilio? ¿Cómo que me viste?

Él: Pues te vi.

Yo: ¿Cómo? ¿Cuándo?

Él: ¿Cómo? Con los ojos. ¿Cuándo? Esta noche ;)

Yo: ¿Estabas en la fiesta?

Él: Quizá.

Yo: ¿Quizá? Me estás confundiendo, Emilio.

Envié ese mensaje mientras me temblaban los dedos. En ese momento me di cuenta de que no me sentía muy bien. Sentía algo raro en el estómago, algo nada agradable. Lo que pasó después fue lo menos esperado. De hecho, no lo veía venir para nada. No sé si fue porque no cené esa noche o porque bebí una cerveza o por todas las emociones que había vivido en las últimas dos horas.

Empecé a ver borroso y las manos se me pusieron frías y sudorosas. Me mareé y las piernas se me doblaron, mientras los ojos se me pusieron en blanco.

Yo, JoaquínBondoni Grees, me desmayé a la mitad de la plaza central.

—Está muerto.

—Claro que no.

Estaba recuperando la conciencia muy despacio. Escuchaba dos voces de hombres a mi alrededor. Sonaban preocupados.

—¿Cuánto alcohol le diste?

—¿Qué? No le di…

—Vamos, Mauricio. ¡Mírala! Está completamente perdido.

Percibí que alguien me miraba, lo cual me puso un poco incómodo.

—Pero no bebió nada.

—¿Estás seguro?

—Hmm, no.

¿Qué pasó? Estaba acostado sobre una superficie muy suave. Una cama. Algo me picó la mejilla.

—Creo que está muerta, amigo. —Reconocí la voz: era Andrés.

—No está muerto. Está respirando, imbécil —dijo otra voz. Era Mauricio.

Esta vez parecía estar más cerca.

La cama se hundió en un punto cerca de mí, y supe que Mauricio estaba sentado ahí. Abrí los ojos despacio y me encontré con la cara de angustia de Mauricio. Era la primera vez que lo veía tan vulnerable. Abrí la boca para decir algo, pero entonces un agudo dolor en la nuca me hizo gemir de dolor.