CAPÍTULO VEINTE Y OCHO

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CAP VEINTE Y OCHO.

Tres palabras: trajes de baño.

Nunca me había sentido cómodo con ellos. Es en serio: ¿qué diferencia hay entre el traje de baño y la ropa interior? Ninguna. Así que discúlpenme si no soy entusiasta de pasearme frente a la gente en ropa interior. No iba a usar boxcers. Además, se requiere mucha confianza para usar traje de baño frente a tantas personas.

A pesar de que protesté y discutí, Ela me obligó a ponerme uno. Dijo que todo mundo en el festival traería traje de baño. Déjenme decirles algo: mi mejor amiga era tan necia como yo, si no es que más. Así fue como terminé en el asiento trasero del auto de Andrés, usando unos shorts azules
y una camiseta blanca suelta encima de un traje de baño azul marino.

Según Ela, resaltaba el color de mis ojos. Ese día sentía que me veía bien.

Ela me había alaciado el cabello, con las puntas hacia dentro. Andrés era el conductor designado, y Ela venía sentada junto a él. Así que ya se imaginarán quién iba conmigo en el asiento de atrás…

Adivinaron: el Idiópido.

Mauricio se veía muy guapo con sus shorts de jeans y su camiseta verde, pero ya no era ninguna sorpresa. De alguna manera había logrado acostumbrarme a él y a su atractivo.

—¡Allá vamos! —exclamó Andrés con entusiasmo al arrancar el auto.

—¡Sí! —Ela le hizo eco, pues estaba tan emocionada como su novio. Yo, por el contrario, estaba nervioso de ver a Emilio de nuevo—. ¡Llévanos, guapo! —Ela lo animó y se inclinó para besarlo. Él la imitó, y empezaron a besarse.

—¡Oigan! —dije y empujé a Ela de la frente para separarla de Andrés —. ¿Les importaría no fajar mientras conducen, por favor? —Ambos se rieron.

Ela se veía muy bonita. Sólo traía shorts y el top de su bikini. Ella tenía la confianza suficiente para andar por la vida así, a diferencia de mí. Se había hecho una cola de caballo y traía lentes de sol. Volteó hacia atrás y me lanzó una sonrisa.

—Te ves un poco pálido —comentó—. Te hace falta tomar el sol.

La miré con los ojos entrecerrados. Mauricio soltó una risita. ¿Iba a seguir comportándose extraño conmigo como la última vez que nos vimos?

—No puedo esperar a verte sin camisa, y sólo con tu bañador Bondoni —dijo y me guiñó el ojo.

No. Definitivamente era el mismo Mauricio de siempre.

—Prefiero quedarme como estoy, gracias —dije sin rodeos, y crucé los brazos sobre el pecho. Sentí la mirada penetrante de Mauricio.

—Y, ¿qué planeas hacer entonces? —preguntó y se acercó a mí—. ¿Meterte al río vestido y que todos se burlen de ti?

—¿Quién dijo que me metería al río? —Me encogí de hombros.

Ela y Andrés venían conversando e ignorándonos. Mauricio se inclinó hacia mí y su respiración me cosquilleó la oreja.

—Te aseguro que, para cuando termine el día, estarás húmedo, Bondoni.

Sentí escalofríos. Volteé a verlo, lo cual fue un grave error, pues estaba demasiado cerca para mi gusto. Sus felinos ojos verdes se clavaron en los míos. Le empujé el pecho.

—Quítate, idiópido. —De inmediato me tapé la boca.

Mauricio levantó una ceja.

—¿Cómo me dijiste? —Su tono entretenido me parecía molesto.

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