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CAPÍTULO VEINTE Y SIETE

CAP VEINTE Y SIETE.

—Emilio… —susurré y me incliné hacia él. Quería volver a sentir sus labios contra los míos.

Emilio me sonrió.

—Eres tan lindo, Joaquín. —Su sexy voz me hizo estremecerme.

—Bésame —le ordené y lo abracé del cuello.

Nuestros labios estaban a punto de encontrarse…

—¡Joaquín! —me gritó alguien al oído. Desperté de un brinco y me llevé la mano al pecho mientras me incorporaba. Ela estaba parada junto a mí,con una sonrisa maliciosa.

—¡Agh, Ela! ¡Estaba teniendo un gran sueño! —gimoteé y le lancéuna almohada. Ella se rio.

—Lo siento, pero es más de medio día. Es hora de levantarse —dijo en tono casual y se sentó en la orilla de la cama.

—Es domingo —le recordé, enfadado—. Los domingos puedo dormir hasta tarde.

—No si tienes cosas que explicar. —Cruzó los brazos sobre el pecho. Fruncí el ceño.

—¿De qué hablas?

—¿Qué pasó anoche? —preguntó, sin quitarme la mirada de encima

—Es una larga historia —contesté y me froté la cara.

—Tengo todo el día para escucharla.

—¿Puedo al menos lavarme los dientes primero? —pregunté, irritado. Siempre me ponía de malas cuando alguien me despertaba. Ela señaló el baño.

—Claro, pero no me moveré de aquí, y lo sabes.

Puse los ojos en blanco y me levanté de la cama. Después de hacer mi rutina de todas las mañanas, salí del baño rascándome las nalgas. Estaba seguro de que parte de mi cerebro seguía dormido. Para mi sorpresa, Ela ya no estaba sola, pues Nikolas estaba acostado en mi cama como si fuera suya.

—Hola. Te trajimos el desayuno. —Niko se incorporó y me sonrió—. O más bien, el almuerzo. El punto es que te trajimos comida.

—¿Qué está pasando? —pregunté y los miré con suspicacia—. ¿Qué hacen aquí los dos?

Ela y Niko intercambiaron miradas de complicidad.

—¿Estás bien? —me preguntó Nikolas seriamente.

—Sí, ¿por qué no habría de estarlo? —A ambos pareció sorprenderles mi respuesta.

—No lo sé. Pensé que el desamor era muy doloroso —comentó Niko.

Desamor…

Emilio…

Se me estrujó el corazón al recordar todo lo que había pasado la noche anterior. Contuve las lágrimas y fingí sonreír.

—Estoy bien —mentí. Ela negó con la cabeza y me lanzó una sonrisa triste.

—Hemos sido tus mejores amigos desde el kínder —dijo Ela y se levantó—. Te apuesto que no puedes mentirnos sin que nos demos cuenta. —Me extendió los brazos, y yo la abracé con fuerza—. Lamento no haber estado contigo anoche. —Se notaba que estaba siendo honesta.

—No pasa nada. No sabías. —Me separé de ella.

—Debí de haber imaginado que algo no andaba bien cuando me llamaste —dijo en voz baja y con cara de culpabilidad—. Estaba demasiado enfrascada en la fiesta. —Suspiró—. Lo lamento mucho.

—Ela —dije y tomé su cara entre mis manos—. Está bien. En serio. Tienes derecho a divertirte. Lo importante es que ya estás aquí.

Niko se aclaró la garganta.