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CAPÍTULO TRECE

CAP TRECE.

Tres palabras: Emilio era extremadamente guapo. Bueno, de hecho eran cuatro palabras, pero no pueden culparme por no haber podido pensar con claridad en ese instante. Mis ojos estaban fijos en el recuadro de la pantalla. Estaba mirando al chico más sexyque había visto en toda mi vida.

No era un chico del tipo musculoso, sino más bien del tipo misterioso que es sexy. Tenía el cabello castaño rizado, totalmente despeinado, que le cubría en parte las orejas y la frente. Su piel era pálida y lisa. Sus ojos oscuros parecían no tener fin. Sus cejas gruesas formaban una línea que bajaba por su nariz recta hasta llegar a un par de labios carnosos. Traía puesta una
camiseta negra que combinaba con sus ojos y su cabello. Me quedé sin palabras. Jamás me había sentido tan observado.

Probablemente él estaba pensando que yo era feo. Mi cabello castaño caía por mi frente, un desorden, y no me había arreglado ni nada. No era muy guapo.ni nada por el estilo. Era un chico promedio. Lo único que tenía eran mis grandes ojos café.

—Hola —contesté finalmente con voz nerviosa. El corazón se me iba a.salir del pecho. Las águilas en mi estómago se convirtieron en dragones que planearon en mi interior y me hicieron sentir mareado.
Lo estaba viendo.

Él me estaba viendo.
¿Qué estaría pensando de mí?
—¿Así que tú eres Joaquín? —preguntó, sonriéndole a la cámara.

Su voz me hizo sentir escalofríos en la espalda.
—Y tú eres Emilio —intenté decir en tono casual. Tragué y sentí seca la garganta. ¿Adónde diablos se había ido toda mi saliva?

—¿Estás solo? —Sus ojos negros parecían estarme tragando en un proceso lento pero constante. Asentí—. Y dime, ¿cómo un chico como tú terminó convirtiéndose en mi amigo?

Me dolió escucharlo usar la palabra «amigo». Me hizo preguntarme si antes había querido decir que le gustaba como amigo. Pero reprimí el pensamiento.

—¿A qué te refieres con «un chico como yo»? —Fruncí el ceño.

—A que eres pura felicidad y amor, mientras que yo soy un idiota realista y negativo.

—¿Estás admitiendo que eres un idiota? —Levanté una ceja.
—Nunca dije que no lo fuera. —Me sonrió y mi corazón dio un vuelco.
En sus mejillas aparecieron un par de lindos hoyuelos que lo hacían verse maliciosamente adorable.

«Inhala y exhala, Joaquín».

—Podría preguntarte lo mismo. Creí que me odiabas. —Intentaba sonar casual, pero estaba condenado a fracasar irremediablemente.

—¿Por qué estás tan nerviosp? —Ladeó la cabeza. Tenía cara de que se estaba divirtiendo.

—No estoy nervioso —dije y solté un resoplido.

—Claro que sí —dijo burlonamente, y yo desvié la mirada.
—¿Y qué haces? —pregunté con un tono falsamente casual. Miré de nuevo la pantalla, y él seguía sonriendo de forma arrogante.

—Quiero intentar algo —susurró.
—¿Qué?
—¿De qué color es tu ropa interior?
Abrí los ojos como platos y no pude evitar ponerme rojo como tomate.

—Eres un… —No se me ocurrió ningún insulto.

Emilio soltó una carcajada. ¡Dios! Hasta su risa era sexy. Lo miré con odio hasta que terminó de reír.

—Lo sabía.
—¿Qué?
—Que te sonrojarías de esa manera. Eres muy inocente, Joaquín. —Sus ojos tenían un destello que no lograba descifrar.

—Y tú eres un pervertido —dije en tono acusador.
—Claro que no. —Se pasó los dedos por el cabello y se despeinó un poco. Yo lo miré con la boca abierta, como una tonto. Pronto iba a empezar.a babear sobre la computadora—. Sólo disfruto molestarte, niño Fresita.