CAPÍTULO CATORCE.

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CAP CATORCE.

Mi cama debía ser el objeto más cómodo sobre la faz de la tierra. Era como una deliciosa nube. Desperté sintiéndome extremadamente descansado. Estaba acostado de lado cuando sentí algo cálido a mis espaldas. También había algo puntiagudo picándome las nalgas. El objeto
cálido se movió, y de pronto sentí algo pesado sobre la cintura. Abrí los ojos y miré hacia abajo. Ahogué un grito. Había un brazo ahí.

—¿Qué demo…? —murmuré. Giré para ver quién estaba atrás de mí. Al mirar, encontré el apacible rostro dormido de Niko. Fruncí el ceño por la confusión. ¿Qué demonios hacía ahí? No traía camiseta. Fruncí el ceño aún más y miré por debajo de su abdomen. Grité como loca y lo empujé lejos de mí. Niko abrió los ojos de inmediato y, antes de que pudiera decir
nada, me caí de la cama con un golpe seco. Lo bueno era que la casa tenía alfombra, porque si no me habría dolido mucho la caída.

—¿Joaco? —Niko parecía estarme buscando.

Me levanté de un brinco. Tenía la cara más roja que cualquier tomate. Niko se había sentado y las sábanas lo tapaban de la cintura para abajo.

—¡Estás… estás desnudo! —le grité.

—¡Deja de gritar! —exclamó e hizo muecas de dolor—. La cabeza me va a explotar.

—Estás desnudo —repetí y lo señalé con el dedo.

—No estoy desnudo, estoy… —Niko se asomó debajo de las sábanas y abrió los ojos como platos—. OK. Estoy desnudo —aceptó y volteó a verme.

—¿Qué demonios, Niko? ¿Por qué estás desnudo?

—No lo sé. —Se frotó las sienes—. Es difícil pensar cuando la cabeza te retumba de esta forma.

—Y estabas acostado junto a mí… y esa cosa me picó. ¡Dios mío! ¡Me picó! —Arrugué la nariz de la repulsión—. Me siento tan violado.

—Estás exagerando, Joaquín.

—¿Tú crees? Despierto y lo primero que veo es a mi mejor amigo, muy excitado, desnudo, en la cama, conmigo. Discúlpame por estar un poco histérico al respecto.

—Lo siento. Supongo que anoche me dio frío y decidí subir a dormir contigo.

Me llevé la mano a la frente y caminé de un lado al otro de la habitación. Niko y yo habíamos dormido varias veces juntos. Pero habíamos dormido literalmente; nunca habíamos tenido sexo ni nada por
el estilo. Era como mi hermano. A veces, cuando mi mamá tenía guardia, Niko se quedaba conmigo toda la noche. Claro que nunca nos había pasado algo así de extraño. Niko se levantó de la cama y se tapó su cosa con mi almohada.

¡Mi pobre almohada!

—Entiendo que anoche te diera frío en el sofá —dije. Hice una pausa y lo miré fijamente. Niko esbozó una sonrisa avergonzada—. Pero no entiendo por qué estás desnudo.

—Bueno, al parecer, disfruto quitarme la ropa cuando estoy ebrio. — Se rasco la nuca con la mano libre.

—¿Es en serio, Niko? ¿Estás hablando en serio?

—Joaquín…

—Esa cosa me picó. ¿Por qué estaba… dura? —pregunté con cierta incomodidad.

—Es el calambre matutino. No tiene nada que ver contigo.

—¿Me lo juras?

—Sí.

—No puedo creerlo —negué con la cabeza.

—Vamos, Joaquín. No lo hice a propósito —me explicó con absoluta seriedad. Emití un suspiro de frustración—. Además continuó,
Intentando hacer un chiste—, no es la primera vez que me ves desnudo. Lo miré con los ojos entrecerrados y me ruboricé del enojo. Su sonrisa se desvaneció.

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