Capítulo 8: Juana

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Leonardo pretendía llevar a Lali a un momento anterior incluso al que había llegado en la sesión pasada. No creía que sus miedos radicaran en su niñez o adolescencia, sino que tuvieran su origen en vidas anteriores a la actual.

Él no era un simple psiquiatra o psicólogo loco. Él estaba firmemente convencido, que los relatos que le referían sus pacientes, eran absolutamente verdaderos. Sabía que no todos podemos llegar a bucear en los rincones de nuestro inconciente, ya que de la misma manera en que lo había logrado con algunos, también se le había vuelto imposible con otros.

Pero en este caso, con Lali, tenía una sensación absolutamente positiva y una expectación que lo hacía esperar con ansias el momento de sus encuentros.

La predisposición de ella, también ayudaba. Leonardo recordó a muchos pacientes que podrían haber sido potenciales casos, y sin embargo por miedo al proceso de hipnosis al que debían someterse, lo abandonaron, incluso antes de empezar.

No era el caso de Lali, que iba super entusiasmada y decidida, y que de alguna manera, se sentía curiosa y atraída por la teoría del médico.

Es sumamente difícil romper con determinados estereotipos, que sobre todo, están tan arraigados cultural y psíquicamente. Y ni hablar de la parte religiosa.

Por ese lado, Lali tenía una mente abierta, y poco influida por la religión. Ese era un gran punto a favor, al momento de pensar en esta terapia. Descreía absolutamente de la iglesia, pensaba que era una institución opresora, manipuladora y cruel, que adoctrinaba seres incapaces de pensar libremente, con un alto grado de sadismo incontrolable.

Hacía poco, antes de que le ofrecieran el espacio en el club, su primer intento por encontrar un lugar para dar las clases de apoyo, fué proponérselo al cura de la iglesia de Ramos Mejía.

Sin ánimo de meterse en temas religiosos, pensó que nadie podía estar más interesado de ayudar a los que necesitan, que en la propia iglesia. Pero su frustración fué enorme cuando después de planteárselo al dueño de casa, el cura le dijo que no podían dejar que se llenara la iglesia de "pobres y delincuentes" que quizá empezaban a ir, con el cuento de estudiar, y luego terminaban robando. A esa frase inmunda y de total desprecio, sólo le faltó agregar el adjetivo... "se nos llena la iglesia de negros y chorros", para que sonara aún más repudiable y cínica.

Nota de autora: Lectores, ya saben que muchas de las cosas que escribo son hechos absolutamente personales, que pongo en acción de los personajes. Sólo diré que ese hecho repudiable, ocurrió realmente, con palabras textuales. Y para dar más datos, no me lo contaron.

Lali se dió la vuelta, y se fué por el mismo lugar que entró, con la angustia y la impotencia de saber que llevan 2020 años y más, contando el cuento de la caridad y la empatía, cuando en realidad viven como reyes a costa de los "supuestos pecadores" y para ellos, un homosexual es un enfermo, mientras que un cura violador, es alguien a quien hay que encubrir, para que no se les joda el guiso.

Lali tenía muy claro el rol de la iglesia en esta cuestión, y por ende no le importaba en lo más mínimo la teoría religiosa que se elucubrara en torno a lo que había después de la muerte.

Había leído mucho acerca de las creencias de los pueblos antiguos sobre el más allá. Le apasionaba absolutamente esa intención por ejemplo de los egipcios, o los Mayas e Incas. Y todo había comenzado con un libro que encontró una vez en el tren.

Alguien muy desafortunado, dejó olvidado "El uno y los múltiples" de Erik Hornung, un egiptólogo suizo, que se interesó particularmente por la concepción que estos pueblos tenían sobre la transición entre la vida y la muerte.

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