Capítulo 20: Daños colaterales

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Viernes, 7:30 AM. El humor de Lali es el menos esperable para un viernes. "El mejor día de la semana" la encuentra abatida.

Está triste... desilucionada, como si aún le durara en el cuerpo, el dolor de esa traición de la que hasta ayer no tenía registro. Pero también le resuena una y otra vez en su mente, la frase que Pedro, en su vida pasada como Cortés, le susurró al oído como un hechizo maldito:

"Jamás te vas a enamorar de nadie como de mí, ni yo de tí...pase lo que pase, tu carne sólo reconocerá mis manos y ellas sólo querrán acariciar tu cuerpo pequeño...ni en mil vidas encontraremos más amor que el que nos une a los dos"

Su codo descansa clavado a la barra desayunadora y la mano le sostiene sin ganas, una cabeza cargada de pensamientos que no para de viajar a cada sensación.

Ahora reconoce que en un mismo ser conviven tantas vidas diferentes como las que ella atravesó, y que aparentemente, a pesar de haberlos unido el amor, también de ese amor, nacieron otros sentimientos, que no le gustó experimentar.

Ahora sentía el miedo en el cuerpo de que Peter, en alguna otra de esas vidas pasadas, fuera su asesino, o alguien que le pudiera hacer algún tipo de daño, o una persona deleznable, por quien sintiese desprecio.

Chino aparece en pijama, camiseta blanca y descalzo arrastrando los pies. Se despereza frente a ella y sin mediar palabra se pone detrás de su cuerpo y la abraza. Apoya su cabeza en el hueco del cuello de Lali y ella se deja abrazar sin hacer más.

- ¿Pediste el remís? Te llevo yo... - Lali no le contesta porque continúa en su letargo, entonces Ricardo sale de su posición y la mira tratando de abrir los ojos grandes.

- ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

- ¿Eh?

- Ahh bueno... ¡colgada es poco!

- Estoy dormida ¿Qué me preguntaste?

- Si ya pediste el remis... que te alcanzo yo...

- No, no... ya está viniendo... volvé a la cama... - Pero Ricardo sabe que está rarísima y también cree saber a que se atribuye ese estado. Se separa de ella y corre la banqueta alta de al lado de la que ocupa Lali y con cierto tono de abatimiento, le hace un planteo que Lali no quiere oir, ni en ese momento, ni en ningún otro.

- Gorda... ¿te puedo ayudar?... yo no sé que tan buena puede ser esa terapia que estás haciendo... a lo mejor es demasiado heavy... ¿no?

Lali lo oye, pero entre la somnolencia y sus sentimientos se forma un combo explosivo por el cual le contesta tajante e hiriente – ¡No!, no podes ayudarme... ¡es terapia! ¡Me ayuda el terapeuta!...Si necesitara tu ayuda te la pediría...

Ricardo bufa y baja la vista, se pasa la mano por la cara en señal de cansancio, o tratando de acomodar un gesto que diga otra cosa que no sea "¡Andate a la mierda!"

- Está bien... podrías contestar mejor ¿no? No te estoy atacando ¿sabés? – Ella toma una gran bocanada de aire y la bocina del remis es como la chicharra que marca el fin del round. Toma el guardapolvo y el bolso y sólo se limita a decirle antes de dar el portazo... - ¡Me estás ahogando!

Ricardo sabe perfectamente que esa frase significa muchas otras: "Dejame en paz", "No me jodas", "Quiero estar sola". Sólo permanece un minuto más sentado en la banqueta mirando como ella sale por el pasillo hasta la puerta y luego se levanta con calma para vestirse e irse a su casa. Él no discute, le dá lo que le pide.

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A la misma hora en casa de Peter, Valeria recoge apurada la carpeta de dibujo que no preparó la noche anterior y Peter la reta - ¡Vale!... es la última noche que te quedás boludeando con la tele... ¿te das cuenta que tenés que preparar todo con tiempo?

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