15 días bastaron para saber que no iban a separarse nunca más.
Desde el día del episodio de la balacera, Peter permaneció tres días en lo de Beatriz, y 12 días en casa de Lali. Ella volvió a trabajar, y a pesar de las limitaciones de él, y de las indicaciones de su cirujana de confianza, Peter todos los días preparó la cena y además le hacía viandas para que se lleve al colegio, y coma sano los mediodías.
Además de ordenar la casa, y empezar poco a poco a socializar con Lilo. Esa relación podía ser tranquilamente definida, como la de dos seres encerrados en la casa de Gran hermano, defendiendo su posesión, y tolerándose apenas para no infringir las reglas y que a uno de los dos lo saquen a patadas de allí.
Las actividades de todos se vieron algo alteradas. Eugenia se levantaba una hora antes de lo habitual para preparar a Valeria y llevarla al colegio. Ahora que no iba en auto, tenían que hacerlo en colectivo. Y luego ella tomarse otro hasta la escuela.
Beatriz se ofreció a recoger a la nena los mediodías, ya que hasta las 16 Susana no llegaba. Ella le daba de comer y luego su mamá pasaba a buscarla por su casa para llevársela otra vez.
Valeria estaba alucinada con el hospital casero. Beatriz le dejaba jugar con frasquitos de remedios vacíos y tubos de ensayo viejos y le desteñía papel crepé, como le hacía a Lali de chica, para que tuviesen líquidos de distintos colores.
Todos se amoldaron a la rutina pasajera, y salieron adelante.
El sexo fue otra de las rutinas que agiornaron a lo que tocaba. A Lali bien le podría tocar una medallita por tanto trabajo, porque el movimiento de Peter era bastante escaso.
A los dos pocos días de la operación, cuando la herida estuvo controlada, lograron por intermedio de Daniel y sus contactos dentro del hospital, llevarlo a vendar. Lo hicieron a las 2 de la mañana, un horario en el que no existe el movimiento diurno, era obsoleto ponerle un escudo de yeso, si se comprometía a andar bien vendado con tutores fijos como una momia.
Ni bien Peter pudo empezar a tener algo de autonomía, volvió a su casa, más que nada para liberar a Eugenia del madrugón diario y ocuparse él de su hermana.
La última noche de convivencia Peter se jugó por lo romántico.
Preparó un tuco y le pidió a Beatriz que le compre esos sorrentinos que a Lali le gustan. Aprovechó que ella estaba en la consulta con Rocío, para preparar panqueques y resolvió cena y postre como un campeón. Lo simple del amor.
Esa noche, terminaba con 15 días de extrema ansiedad, pero también de conocerse en las buenas y en las malas, porque en la convivencia no todo es amor y es mentira que a todos nos encanta TODO del otro.
Lali había convivido esporádicamente con el Chino. Siempre había sido amante de su independencia, y sobre todo de tener sus momentos en soledad. Llegar y corregir cuadernos tranquila, escuchando música a un volumen normal, tirando a tranquilo y tomando un vino, o tan sólo eligiendo no oír la tele.
Ella le había dado a Peter la libertad de sentirse en su casa, y eso implicaba que al estar todo el día sólo, él hubiese tomado su palabra a rajatabla.
Entonces cuando ella llegaba del colegio, quizá la música estaba al palo, y la tele encendida, pero él estaba con la compu en internet matando su tiempo.
Jamás le reprochó nada porque ella le había dado esa libertad de sentirse a gusto, pero más de una vez le pidió que baje la música porque le estaban por reventar las neuronas.
Él en cambio, acostumbrado a las comodidades mínimas, dejaba puertas abiertas de par en par, ropa tirada, toallas mojadas encima de las sillas, y cada cosa que sacaba, fuera de su lugar.
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7 Vidas
Fiksi PenggemarEn la mente humana hay demasiadas cosas que están más allá de nuestra comprensión. ¿Alguna vez pensaste en que radican tus miedos? O, ¿si realmente las conexiones entre personas, no tienen una raíz en un momento anterior al actual? ¿Que hay después...