Capítulo 29: Los secretos

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En toda su vida Peter ha cocinado para pocas mujeres. Su hermana la más importante, algún que otro asado para compartir con su madre y Eugenia y a lo sumo, juntar los dos panes del pancho o el choripán que pasó de mano en mano del vendedor hasta la de alguna muchacha, a las 7 de la mañana a la salida de un boliche, con la intención de que esa sea, la única cita pre sexo que compartan.

No se mueve en un mundo de citas, ya lo sabemos, ni tampoco logró tener con ninguna chica, la confianza ni las ganas de ir a meterse en su casa, para cocinarle.

Peter no sigue reglas de romanticismo con el propósito de seducir. Jamás tiene ese propósito, pero siempre lo logra.

Está parado en la cola de la fábrica de pastas porque lo más fácil de hacer es un tuco. Valeria dice que le sale muy bien, y su mamá ignora de donde aprendió a hacerlo, pero desde que lo comió por primera vez... es algo que ya abandonó ella, porque a él le sale mucho mejor. O son esas ganas de Susana de no cocinar más... (Creemos que son ambas posibilidades)

Peter piensa que las pastas no van a fallar, porque no las hizo él... y de última si el tuco sale feo, por lo menos comerán los sorrentinos con queso (Peter y esa manía de no tenerse fé, apenan hasta a la que escribe)

Compra sorrentinos de ricota, jamón y nuez, y espera que a ella le gusten. También lleva para su casa para compartirlos con Valeria y su mamá. Y para no hacer un descontrol en casa de Lali, prepara el tuco a las 5 de la tarde mientras Valeria hace los deberes y Susana arma souvenirs.

- ¿Porque hoy hay esos platos voladores para comer y no fideos?

- Esos platos voladores son para mañana, esta noche hay tarta de verduras Vale...

- ¿Y porque Peter está haciendo salsa, si vamos a comer tarta?

- Mmm... creo que la salsa no es para acá... preguntale a donde come esta noche... ¡dale... preguntale! – Y una vez más los adultos usando de chivo expiatorio a los niñes.

- Peter ¿A dónde comes esta noche? – Él se asoma apenas por las cortinitas que separan la cocina, con el repasador al hombro – En casa de un amigo...

- Ahhh... - Y Valeria mira a su madre como diciendo... "estamos igual que antes"

Después de pasar por el bar un rato, Peter vuelve a casa, se baña, se cambia, se perfuma y hasta se prepara una pequeña mochila con una muda de ropa que incluye un calzoncillo, una remera y un jogging y sale con Tupper en mano de salsa y la bolsita de la fábrica de pastas a cuestas.

Son las 20:30 cuando Lali oye el timbre y sale a abrirle, y desde que volvió de terapia, con las palabras de Rocío arremolinadas en su cabeza, sólo siente la necesidad de abrazarlo. Quiere disfrutar esa noche, olvidándose de ese mal trago del arma que encontró en su ropa. Además el tener feriado puente, en viernes, es una excelente posibilidad de pasar el finde juntos. Y hasta se permitió el decirle que si quería podía quedarse con ella.

Él no le respondió nada en ese momento, pero el haberse armado una muda de ropa, implica aceptación.

- ¿Qué trajiste? – Y se sonríe por tanta preparación, al tiempo que piensa que él no puede ser un mal tipo, y que cada cosa que hace la vuelve más loca.

- Te dije que hoy iba a cocinar para vos... y bueno, me pareció mejor no hacerte quilombo en casa.

Lali le agarra la bolsa con los sorrentinos para ayudarlo, mientras Peter lleva el Tupper con la salsa, y de camino por el pasillo, Lilo se cruza entre sus piernas, y el Tupper vuela por el aire desparramando la salsa por el jardín, emulando la matanza de Texas...

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