Capítulo 43: Patriarcado

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Son las 5:30 de la mañana, un lunes de mediados de agosto frío en la ciudad de Rosario. El chalet de los abuelos de Agustín, tiene un terreno amplio. El jardín del frente sobre la calle Castagnino en el barrio Alberdi, es antiguo pero bien cuidado.

Hay un silencio especial en esa casa. Tal vez un silencio que para Peter, tiene que llenarse con todas las preguntas y todas las respuestas que fue a buscar allí, después de tantos años.

Está sentado en el borde la cama dándole la espalda al bollito pequeño que forma el cuerpo de Lali, y la mira de vez en cuando como para recordarse que el motivo principal por el que está ahí, es ella.

A punto de cumplir los 30, Peter por primera vez se plantea cambiar esa vida de la que renegó durante mucho tiempo, pero a la que nunca tuvo el coraje de renunciar. Y es curioso que habiendo estado tan aletargado en esa decisión, ahora haya sido tan rápido avanzar en ella.

Peter la siente llegar por detrás y abrazarlo por la espalda. Cierra los ojos y disfruta su caricia y la tibieza de sus labios cuando le besan la mejilla. Lali se cuela por un costado hasta quedar encima de su cuerpo sentada sobre sus piernas, y él desliza por debajo de la remera larga de dormir, su mano, buscando sus pechos para acariciarlos con suavidad.

- ¿Te desperté?

- No... me desperté sola. ¿Dormiste algo?

- algo...

- ¿Qué pensas? ¿Estás bien para hacerlo?

- Sí – le contesta con mucha seguridad – Pienso en lo fácil que fue llegar hasta acá, y en todo el tiempo que lo dilaté, por el miedo a enfrentarlo. Pienso en que a veces sólo se necesita tener un motivo más fuerte incluso que nuestras propias ganas, tan fácil como que atropelles a una chica hermosa, te vuelva loco y quieras despertarte al lado suyo todos los días, sin tener que preocuparte por que alguno, quizá no podés hacerlo porque dormís en la cárcel.

Aunque a Lali se le hiela la sangre, se sonríe de lado por la declaración de amor que esconde, y lo besa despacito por toda la cara, la nariz, los lunares y una y otra mejilla.

- Sé que la comparación no tiene ni para arrancar, pero yo también postergué durante muchos años muchas decisiones que me iban a ayudar a vivir mejor... y también por obra del destino, o la vida, ¡o en lo que quieras creer!, empecé a tomarlas a partir de nuestro encuentro.

Peter asiente con la cabeza. Y se queda en silencio mientras ella lo sigue acariciando.

- ¿Qué te pasó con Agus? Vos no sos de quedarte tan colgada cuando conocés a alguien – Lali lo mira a los ojos y trata de evadir esa situación.

- Nada... fue un momento especial, el reencuentro con Euge, conocerlo acá, después de tanto tiempo de ustedes sin venir.

- ¿Seguro fue eso?

- Claro...

Ya habrá tiempo de contar de donde conoce a Agustín. Por lo pronto prefiere no abrumarlo con más información.

A las 6 de la mañana Agustín, Lali y Peter desayunan en la cocina de la casa, mientras Eugenia duerme a pata suelta.

- ¿Es muy lejos a donde tienen que ir?

- Piñero... ¡no!, 15 kilómetros de acá, en media hora llegamos, pero hay que hacer mucha cola para entrar.

La unidad penitenciaria 11 de Piñero, está a unos 14 kilómetros al sur de Rosario. Es una instalación con un deterioro visible, pero a la que le siguen agregando pabellones, para albergar más reclusos. Ideada inicialmente para 1500, a junio de 2020, tenía unos 2000 presos.

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