Capítulo 45: Naranjo en flor

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Eugenia pudo entrar a su casa esa misma tarde. Y Don Vito, un maestro cerrajero con 35 años de experiencia apeló a lo que apelaría cualquier mortal para abrir un candado sin llave. USAR UNA AMOLADORA.

Cuando Eugenia vió que sacaba de su maletín de herramientas, la máquina, y le pedía a Susy que la enchufe, quiso detener el trabajo. Y cuando el disco de corte comenzó a hacer chispas sobre el candado, a la polaquita casi le dá un ataque.

- No sabía que lo iba a cortar al medio con la máquina...

- ¿Y que querés hija?... A menos que seas mago, ¿como pretendés abrir un candado sin llave?

Lali la miró con resignación. Don Vito, no cobró por su trabajo, y Eugenia pudo entrar a su casa esa tarde, después del encuentro de Tarot revelador con Lali.

- ¿Te quedas a cenar?

- No, me vuelvo para casa, quiero ducharme y meterme a la cama pronto... ¡fueron muchas emociones para un solo día!

Después del vaticinio sobre una futura maternidad, Lali se contuvo de expresar cualquier cosa. Ni alegría, ni tristeza, ni asombro, ni descrédito. Sólo absorbió la información, y la guardó en su cabeza.

Lo curioso, es que no fue eso lo que más le quedó rondando acerca de las revelaciones de las cartas. Lo que la inquietó realmente, es lo mismo que la inquietaba desde antes de esta tarde.

¿Cómo reaccionaría su familia?

Quizá Lali no quiere creer en todas esas posibilidades que Eugenia le planteó. ¿Cuánto puede haber de cierto en una tirada de cartas?

¿Cuánta verdad, o cuanto podemos condicionar nuestro futuro, según lo que una loca como Eugenia, pueda decir de unos cartones con dibujitos?

La verdad es que Lali prefiere no detenerse a pensar en creer o no creer en él. Sólo tiene una certeza, y es que de cualquier forma vá a tener que afrontar el decirle a su familia que tiene una historia con Peter.

Son pocas las ocasiones en que se detiene a pensar en que quizá ese momento no llega nunca, porque tiene una confianza tan ciega en que Peter, va a dejar esa vida, que sólo se imagina vislumbrando un futuro apacible a su lado, en donde ella el año próximo comience a estudiar Sociología, y lo ayude a él a terminar el secundario, y quizá se tomen enserio convivir en su casa, y él encuentre un trabajo digno... y bueno, los domingos de asados con sus respectivas madres y familias, mientras Candela y él conversan de algo que vieron en televisión, y Andrés planee una salida de cuatro... y soñar... soñar, soñar...

Hasta el punto en que Lali cree, que si fue capaz de aceptar un pasado irreal, ilusorio, rodeado de hechos históricos que ni siquiera conocía hasta la fecha, bien puede creer que ese futuro es factible... el que ella imagina, y el que mostraron las cartas de Eugenia.

Esa tarde noche, Lali y Peter no vuelven a cruzarse. Ella regresa a su casa y hace lo que deseaba, ducharse, cenar y meterse a la cama. Su madre le trajo a Lilo, y ella otra vez, se siente en la paz de su hogar.

Pero le es inevitable pensar en eso tan importante que Peter planeó para esa noche, y el estómago se le encoge un poco de nervios, al imaginarlo intentando dar el paso hacia una libertad, que no sólo significa un paso para él, sino algo tan importante y tan intangible, como el futuro para los dos.

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Valeria mira televisión y Susana revuelve de vez en cuando, una sopa de verduras, mientras cose lentejuelas en unos cuerpos de sirenitas con colas tornasoladas.

Peter sale de su habitación, y Susana lo observa hacer el recorrido hasta el baño y volver a salir en el tiempo que le demoró peinarse apenas.

- ¿No cenas acá?

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