Stéfano siente que no encaja en su familia, todo lo que ellos representan está muy alejado de ser su realidad.
Es un chico tímido y retraído, con excelentes ideas dentro de su cabeza que le cuesta demasiado poner en palabras.
Pero todo dará un gi...
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S T É F A N O
—No quiere hablarme, no entiendo —le digo a mi hermana, arrojando el teléfono al sofá luego de llamar a Luna por décima vez y no obtener respuesta.
—Unas chicas en la cocina dijeron que te fuiste con otra, ella no les creyó pero luego se comportó extraña.
Aún me duele la cabeza, no he dejado de tomar agua como idiota y la sed no desaparece. Creo que no volveré a tomar alcohol en mi vida.
—¿Que yo qué? No hice nada, ella no desconfía de mí.
—Una tal Camila, ellas dijeron que un Romano se la llevó al jardín, y tú eres el único Romano del que podrían hablar, ¿o crees que papá se llevó a una chica al jardín?
Su pregunta irónica me hace reír, sobre todo imaginar la reacción de mi mamá si eso llegara a pasar.
—Camila tiene doce años, es la chica que le gusta a Ciro —explico, y ella hace un gesto de comprensión.
—Entonces le diste vergüenza, digo... a mí me diste vergüenza, estás bien idiota.
Reniego, chasqueando la lengua y perdiendo la mirada.
—Luna no es así, algo mal hice...
Lo peor es que ni siquiera me estoy dando cuenta de qué, y no puedo disculparme si no sé por qué está molesta.
—Arianna y Paulina se agarraron a golpes por ti en medio de la fiesta, así que estoy segura de que algo mal hiciste, porque hasta donde yo sé Paulina y tú no estaban involucrados para nada.
—Ella me dijo que quería acostarse conmigo, yo le dije que no, y entonces Ari la escuchó y se enojó con ella. No peleaban por mí, peleaban porque la traicionó.
—Pelea no es un término justo... —me corrige ella— Arianna solo se rompió una uña, a Paulina tuvieron que venir a buscarla sus padres porque su rostro estaba bañado en sangre.
—¿Sí? —pregunto con cara de asco— Pobre Ari... debe sentirse mal.
—También te odia, así que dime de una vez si pasó algo con Paulina porque yo misma te voy a cortar las...
—Isa... —nos interrumpe mi papá con voz de regaño, ella se ríe y le da una mirada tierna— ¿Nos dejas hablar con tu hermano?
Bien, hora de sermones justamente merecidos.
—Iré a ver qué averiguo, si hiciste lo que creo seré peor que ellos —advierte señalando a mis padres.
—No hice nada —me defiendo con molestia.
—Yo voy a juzgar eso...
Con esa última advertencia se va de la sala, dejándome solo para enfrentar mis errores.