Inspiración

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Cuando el Señor Degel se retiró y me quedé sola en la habitación de aquella posada, por un instante me invadió una sensación de desasosiego y de soledad inmensa; ¡estaba tan lejos de las personas que conocía! Me daba un poco de tristeza el haber tenido que quedarme en esta posada, lejos del Santuario... y del Señor Degel... 

Traté de alejar esos pensamientos de mi cabeza, y me dispuse a acomodar mi equipaje en el modesto mobiliario de la habitación, que si bien era pequeña, era acogedora y perfecta para una sola persona. Abrí mi baúl y comencé a guardar mis vestidos y accesorios en el guardarropa, deteniéndome de tanto en tanto a pensar en cómo me gustaría que mi amiga June estuviera aquí conmigo realizando este viaje, compartiendo cada uno de los detalles curiosos y maravillosos de esta ciudad tan antigua y con tanta historia. Extrañaba sus bromas y sus comentarios, sobre todo su faceta de escucha atenta y la de intentar descifrar mis sentimientos. Si estuviera aquí, ya la tendría talandrándome el oído con sus teorías de que estaba enamorada del Señor Degel. 

Solté una pequeña risilla en la soledad de la habitación, mientras terminaba de acomodar mis cosas y  preparaba mi ropa de cama para irme a dormir; el viaje había sido bastante largo y cansador, sumado a que además había tenido que subir y luego bajar la infinidad de escalones que unían a las Doce Casas Zodiacales hasta llegar a Acuario. Aquello me había dejado realmente exhausta, no contaba con tener que realizar tal esfuerzo físico al que por obvias razones no estaba acostumbrada. Deshice el sencillo peinado que traía y comencé a cepillar mi cabello al mismo tiempo que comenzaba a trazar en mi mente las actividades que debía realizar el día de mañana; estaba decidida a no perder ni un solo minuto de tiempo y dedicarme de lleno a lo que vine a hacer en este lugar, conseguir la inspiración necesaria para diseñar una colección de vestidos inspirada en la cultura griega.  

Una vez que hube concluido de arreglar mi cabello, me coloqué la ropa de dormir y literalmente me derrumbé en la cama; mis piernas estaban matándome, por lo que las masajeé con suavidad para tratar de calmar el dolor producto del cansancio. Mientras lo hacía, pensaba en lo afortunada que había sido de haberme encontrado con el Señor Regulus ni bien había arribado a Grecia y que hubiera resultado ser uno de los compañeros del Señor Degel. Todos habían sido muy amables conmigo, tanto el joven León como el Señor Shion, el cual amablemente me guiaron hasta el Templo de Acuario para que pudiera reunirme con el caballero de la Décima Casa Zodiacal y poder cumplir así la promesa que le había hecho la última vez que nos vimos, de traerle un ejemplar de la novela de mi padre cuando lograra terminarla y publicarla. 

¡Estaba tan feliz de haber vuelto a ver al señor Degel y que él no se hubiera olvidado de mí! No pude evitar que una sonrisa se dibujara en mis labios al recordar nuestro encuentro y la merienda compartida en su Templo; hacía tanto tiempo que no lo veía ni lo tenía cerca de mí que había olvidado lo guapo que era... Durante nuestra charla, pude notar que mi cuerpo reaccionaba de forma diferente a como lo hacía con otras personas cuando estaba con él; quizás sea la emoción de haberlo reencontrado... Sacudí mi cabeza ligeramente y decidí dejar las reflexiones para otro momento cuando no estuviera tan cansada y pudiera pensar con mayor claridad; ahora debía dormir. Mañana sería un largo día sin duda lleno de sorpresas y cosas nuevas por descubrir. Y eso me encantaba. 

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Caminaba de regreso al Santuario lo más deprisa que podía, pues ya estaba anocheciendo y debía estar de vuelta en mi Templo antes de que el Patriarca notara mi ausencia; era muy estricto en cuanto a los horarios y la puntualidad, en especial ahora que estábamos en el comienzo de una nueva Guerra Santa. 

Luego de un buen rato, por fin me encontraba cruzando las puertas de entrada al Santuario y la de mi propia Casa; cuando me disponía a cruzar el salón principal en dirección a mi recámara, una figura silenciosa salió de detrás de una de las columnas y se apareció ante mí. No tenía que pensar mucho de quién se trataba. Kardia no había podido aguantar la curiosidad de saber qué había pasado mientras acompañaba a Fluorite hasta la posada. El Escorpiano me miró con sagacidad en su mirada, llena de interrogación y me dedicó una de sus características sonrisas ladeadas que le daban un aire un tanto diabólico. 

Y llegaste tú (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora