No tienes idea

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Una vez que ingresamos en el interior del salón donde iba a llevarse a cabo el desfile, lo único que podía hacer era mirar a mi alrededor, buscándola. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que la vi, pero aún así tenía su rostro grabado claramente a fuego en mis retinas. Bien dicen que uno jamás puede olvidar a su primer amor. Mi corazón no había dejado de latir desaforadamente desde que puse un pie en ese edificio, expectante por lo que pudiera suceder si me encontraba con ella. Miles de preguntas surcaban por mi mente a una velocidad inusitada: ¿ella querría verme? ¿sería capaz de perdonarme? ¿Seguiría amándome, así como yo continuaba fervientemente enamorado de ella? No podía negar que también el miedo me acechaba, no sabría cómo continuar si ella me rechazaba. ¿Habría encontrado a alguien más en este tiempo? Shion me había dicho que la última vez que la vio, Fluorite le dejó en claro que no quería volver a saber nada del amor, lo cual quería decir que su corazón no había sanado de la herida que yo mismo le había inflingido, pensando en que estaba realizando un bien mayor, y aportando mi grano de arena para salvar a la humanidad. Kardia tiene razón, fui un idiota al cometer ese error. Pero ya lo he pagado con creces. Sólo esperaba que los dioses me concedieran la oportunidad de recuperarla.

El lugar había sido decorado de manera exquisita, con amplios cortinados de terciopelo bordó bordados con hilos de oro, y alfombras del más fino material se extendían en la zona en la cual se llevaría a cabo el desfile. Los elaborados candelabros de cristal colgaban de los techos, con cientos de velas encendidas, para iluminar el ambiente del enorme salón. Varios mozos iban y venían, disponiendo los canapés y la bebida en bandejas de brillante plata para servir a los invitados durante todo el evento. Al fondo, una pasarela había sido montada y decorada a sus lados con lazos de terciopelo color bordó, haciendo juego con la tonalidad de las cortinas. Poco a poco, los asistentes fueron ingresando y tomaron sus lugares en los asientos que habían sido dispuestos frente a la pasarela; los más pudientes se sentaron al frente, seguramente para tener una mejor vista de los diseños que iban a exhibirse esa noche. Yo me sentía un manojo de nervios, a diferencia de Kardia, que estaba a sus anchas, exhibiéndose y haciendo uso de sus clásicas técnicas de seducción con cada una de las mujeres que nos dedicaban alguna mirada.

_¿No que el Kardia mujeriego había quedado en el Inframundo?_, le dije al mismo tiempo que le asestaba un codazo en el abdomen, que lo dejó momentáneamente sin aliento para poder contestar a mi pregunta con rapidez.

_¿Es que acaso estás loco, Degel?_, exclamó en cuanto se recuperó un poco del golpe. _Y el Kardia que quedó en el Inframundo es el que robaba tu despensa, no el seductor_, afirmó mientras le guiñaba el ojo descaradamente a un grupo de jovencitas que pasaba cerca de donde nos encontrábamos.

Rodé los ojos al ver que Escorpio no cambiaría jamás, aunque pasaran siglos. Era más probable que un cerdo volara antes de que mi amigo dejara de comportarse como un Don Juan con cuanta fémina se le cruzara por delante.

A medida que los invitados se fueron acomodando en los asientos y se dió por finalizado el ingreso de los mismos, la anfitriona que nos había dado la bienvenida en la puerta del hotel, subió a la pasarela para decir unas palabras previas al comienzo del evento. La mujer estaba muy emocionada y se notaba en su semblante y en su voz, que dejaba traslucir los sentimientos que la embargaban en ese momento que, confesó, había estado esperando durante toda su vida. Shion, Kardia y yo tomamos asiento casi en las últimas filas, y estábamos bastante lejos de la pasarela, pero era lo que habíamos podido conseguir, puesto que más personas de las que se pensaba habían asistido aquella noche. Unos aplausos dieron comienzo por fin al desfile, que se inició con una joven portando un vestido sencillo de colores pasteles y géneros livianos y económicos, apto para el día a día de la mujer francesa; tal era el sueño de mi pequeña flor: realizar indumentaria que todas las mujeres de su país pudieran llevar, sin importar la clase social a la que pertenecieran. Luego el desfile continuó con la pasada de varias jóvenes portando atuendos de diferente calidad y que podían utilizarse para las diferentes ocasiones que pudieran presentarse durante el día, o en la vida de una muchacha francesa de la época; vestidos de las más variadas tonalidades y géneros salían a escena acompañados por accesorios a juego y combinados a la perfección, más aún no había rastros de ella. Comencé a impacientarme con el correr de los minutos, miraba hacia un lado y a otro buscándola, queriendo tener un indicio de dónde se pudiera encontrar. Tal vez si me ausentaba del desfile y comenzaba a recorrer las habitaciones contiguas al salón...

Y llegaste tú (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora